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El Derecho en muchas ocasiones hace magia a través de ficciones (al vivo se le da por muerto o viceversa). Claro, para ello deben concurrir ... buenos motivos: intereses socialmente relevantes que defender, defensa de derechos por personas vulnerables, etc. (en el ejemplo, permitir a la pareja superviviente rehacer su vida o arreglar su situación patrimonial).
Eso, desde los romanos, siempre ha sido así y representa una de las características que dota al Derecho de tanto poder al crear su propia realidad que, muchas veces, no tiene nada que ver con la verdadera. Del mismo modo, podríamos decir que una cosa es la realidad real, si se permite la expresión, y otra la realidad judicial que es la que queda acreditada en una sentencia. Lo deseable es que coincidan, pero todos sabemos, a veces por desgracia y a veces por buenas razones, que esto no es así en muchas ocasiones.
Vienen estas reflexiones a cuento de la atribución de personalidad jurídica al Mar Menor y su cuenca a través de una Ley estatal. Todos los murcianos sabemos que había que hacer algo para evitar la definitiva destrucción de uno de los espacios más emblemáticos de nuestra Región, impresionados por la muerte masiva de especies entre algas pestilentes ante la falta de acción de las Administraciones públicas para exigir a los responsables que cesen en sus actividades dañinas.
Fuimos muchos los que salimos a la calle, exigimos responsabilidad, firmamos manifiestos, escribimos artículos, en fin, cada uno en la medida de sus posibilidades hizo lo que pudo en una llamada desesperada para que alguien remediara la situación. Apoyamos con nuestra firma que se aprobara una Ley estatal para que el Mar Menor fuera reconocido como sujeto de derechos y que, en su propio nombre, tuviera capacidad para defenderse de los ataques que estaba sufriendo ante los tribunales.
La ficción obró el milagro, la Ley así lo ha reconocido y el Tribunal Constitucional ha confirmado que es ajustado a nuestro ordenamiento constitucional la atribución de personalidad jurídica a espacios naturales, con lo que ello implica de capacidad para actuar válidamente, en su propio nombre, y exigir el respeto de sus derechos y su protección antes las diferentes instancias jurídicas.
Ahora bien, la Ley que reconoce esa personalidad jurídica dejaba varios cabos sueltos –como reconoce la propia sentencia constitucional– y uno de ellos es el determinar el tipo o clase de persona jurídica que corresponde al Mar Menor. Esta precisión resulta esencial para poder conocer cuáles son las normas por las que esta nueva persona se va a regir en su actuación con relevancia jurídica.
La reciente aprobación del real decreto que desarrolla la Ley sí nos aclara finalmente que la persona 'Mar Menor y su cuenca' se asimila a una asociación privada o a una empresa mercantil por cuanto su régimen jurídico es el propio de estas para cuestiones como financiación, contratación, personal, etc. De hecho, tendrá su propio NIF –hará facturas, pagará impuestos...–, según su norma reguladora. El Mar Menor podrá recibir subvenciones, realizar contratos, utilizar bienes cedidos por otras Administraciones o por otras entidades privadas... y, muy relevante, podrá engendrar otras personas jurídicas a modo de vástagos que, a su vez, podrán adoptar las más diversas configuraciones (fundaciones, asociaciones, empresa mercantil...).
De ahí que nos sea lícito preguntar: ¿podría tener ánimo de lucro este recién nacido al mundo jurídico? Si no es así, por favor, que se corrija esa norma para despejar esta duda que, legítimamente, nos puede llevar a pensar que su interés es privado y no tan diferente al de los responsables de su desgraciada situación.
Murcia no podría soportar una nueva decepción al comprobar que este, su último grito desesperado para salvar uno de sus signos de identidad en grave peligro, pudiera engendrar un ser mercantilizado incompatible con los valores que justifican su alumbramiento. Quizás, de todas formas, esto no sean sino simples temores de juristas no iluminados que se podrían fácilmente despejar tomando un café con el señor Mar Menor y con su legítima esposa, la cuenca del Campo de Cartagena. Con el permiso de sus tutores y guardianes, claro...
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