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Hace dos o tres madrugadas me despertó un fuerte ruido de truenos. Como quiera que en verano parece lógico que las ventanas estén abiertas, enseguida comprobé cómo se iluminaba la habitación con espectacular luminotecnia para que, al poco, sonara un zambombazo que tardó en desaparecer ... del todo. Me di la vuelta y, al poco, seguí durmiendo como un bendito. A la mañana siguiente, lo mojado del suelo exterior me llevó a pensar que la tormenta no había sido un sueño. El fenómeno atmosférico fue similar al de otros agostos. Parece como si Baal, dios de las tempestades para los cananeos, nos dijera por estas fechas que ya está bien de vacaciones; que hagamos las maletas y volvamos a la normalidad; el agua ya no va a estar para baños...
Los meteorólogos explican muy bien estas situaciones. Parece que las lógicas bajadas de temperatura a finales de la canícula chocan con los calores residuales y se arma ese estruendo celestial. El caso es que estos hechos se repiten año a año, y dan lugar a cargar el coche para volver a casa. El asunto es fácil de comprobar: vaya usted al súper después de un episodio de estos y verá bastante menos personal que de costumbre. Natural. No lo he comprobado, pero seguro que el del puesto de churros ha cogido sus bártulos y se ha ido hacia otros lugares, las ferias, por ejemplo, que proliferan en septiembre. Por cierto, el otro día le oí decir, al de los churros me refiero, que este verano ha vendido bastante menos que otras temporadas. Ante mi extrañeza afirmó que seguramente los churros gustan menos a la gente de hoy. Puede ser.
Las tormentas siempre han asustado a la gente. Recuerden la piadosa respuesta de quienes tienen miedo de fenómenos meteorológicos como estos: 'Santa Bárbara bendita, Que en el cielo está escrita, Con papel y agua bendita'. O esa otra de 'solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena'. Durante mucho tiempo, la cultura popular ha relacionado a Santa Bárbara con los rayos y truenos que proceden de la atmósfera, es decir, del cielo. Por eso, la Iglesia Católica la llamó Protectora contra rayos y tormentas. Sin embargo, ¿quién era la tal Santa Bárbara?
Como sucede con nuestro calendario religioso, y es lógico después de tantos siglos, las biografías de estos santos y santas se solapan con leyendas populares, dando muy poca credibilidad a esas historias. Lo que no les resta valor literario y hasta lírico. Una de esas Santa Bárbara era hija de un déspota romano, en tiempos de Maximino el Tracio, siglo III. Huérfana de madre desde los siete años, se convirtió al cristianismo muy joven. Rechazó el matrimonio propuesto por su padre, que descubría así la conversión de su hija a la nueva religión. El mismo padre pide ejecutar a su hija, cosa que hace, aunque, aún con la espada degolladora en la mano, un rayo lo fulmina. Bien merecido que se lo tenía.
Otra venerable Bárbara procede de un pueblo del norte de África, y en el siglo V. La joven es instruida por su padre en la fabricación de explosivos, bengalas y bolas de fuego. Ambos descubren un detonante de enorme poder. Desengañada del mundo, ingresa en el convento de Santa Perpetua. Al poco, una invasión de bárbaros ataca el pueblo, muriendo el padre a las primeras de cambio. Entonces le piden a Bárbara que haga uso de cuanto sabe de explosivos. Tras un asedio de más de un año, los asaltantes llegan a la abadía, en cuyos sótanos había acumulado la futura santa buena cantidad de detonantes letales. Bárbara los hace explotar muriendo asaltantes y asaltados, pero haciendo de ella una mártir. Aunque esto no sea más que una leyenda, no debe de extrañarnos, todo lo contrario, que Santa Bárbara sea patrona de artilleros, mineros, fundidores, bomberos, pirotécnicos y muchos más gremios de esta condición, incluyendo cavadores de tumbas.
Sin embargo, y vemos así lo ingrata que es la vida, la falta de evidencias sobre las tales Bárbaras, sin biografías documentadas históricamente, ni datos verdaderamente creíbles, hizo que el Concilio Vaticano II, celebrado en los años sesenta del pasado siglo, las eliminaran del calendario litúrgico, junto a otros santos o santas de pasado teológicamente indemostrable. Pese a lo cual, su memoria pervive en muchos pueblos de España, en donde no dejan de conmemorarla en fechas determinadas.
Quizá por eso, la otra noche, con los truenos de la tormenta, me acordé de Santa Bárbara bendita.
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