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Tras la campaña más bronca, crispada y polarizada que seguramente hayamos vivido nunca, las elecciones autonómicas de Madrid dejan dos lecciones interesantes que impactarán sobre ... la vida política regional. En primer lugar, hemos aprendido que, si bien la polarización ha incentivado una mayor participación, las fuerzas políticas que más han abusado del lenguaje guerracivilista han sido las que menos apoyos han conseguido suscitar. Las extemporáneas llamadas a la lucha antifascista en el frente de Madrid han quedado desbaratadas por las aparentemente ñoñas apelaciones de Ayuso a una libertad madrileñista. Tras ellas se escondía, sin embargo, un persuasivo llamamiento a los verdaderos problemas de la mayoría de la gente. En efecto, detrás de las 'cañas y berberechos' que tanto parecen descolocar a Carmen Calvo, lo que había era una consideración de que el empleo y la actividad económica han de compatibilizarse con la gestión de la pandemia. El último eurobarómetro de marzo deja muy claras las principales preocupaciones de los españoles: la salud, el empleo y la economía son, con una gran diferencia, los tres problemas principales. La campaña de Ayuso ha sintonizado como ninguna otra con estas inquietudes. No, no iba de democracia, como nos quisieron hacer creer Pedro Sánchez e Iván Redondo, ni de antifascismo como insistía Iglesias. Iba de enfrentar las ansiedades reales y no inventadas de la mayoría de la gente, de esas «tres cosas que hay en la vida» como decía aquella pegadiza canción de la infancia de los 'babyboomers'.
Y, en segundo lugar, la elección madrileña también nos confirma el terrible efecto del tsunami que arrancó en Murcia con las mociones de censura de Ciudadanos y PSOE. En un contexto de polarización artificiosa y una pandemia letal, que se ha mostrado muy favorable para las opciones y los estilos moderados, el partido centrista se ha quedado sin representación. Es una evidencia del calvario que le queda que sufrir a este partido por los errores estratégicos de bulto que ha cometido. La escasa credibilidad que aún le quedaba se ha desplomado por completo y le ha puesto en bandeja al PP su espacio político. ¿Qué repercusiones cabe esperar en nuestra Eegión de esta situación?
Lo primero es que el éxito de Ayuso muestra el camino a los líderes regionales que quieran alzarse con el apoyo de la mayoría: conectar con los verdaderos problemas de los murcianos en tiempos de pandemia y de postpandemia. Garantizar la salud y poner las bases para reactivar la economía y la creación de empleo debieran ser los objetivos fundamentales. Pero, además, esto debe hacerse sin perder de vista tres condiciones. La primera es la de dejar de contribuir a la crispación (un poquito de amor). Pedro Sánchez ha pagado en Madrid el precio de una gestión de la pandemia evasiva, irresponsable y divisiva cuando más necesario y demandado era el consenso y la buena gobernanza. La segunda es que lo mejor que pueden hacer los gobiernos para reactivar la economía es 'atarse al mástil', es decir, evitar cualquier tentación de generar redes clientelares (la distribución de los fondos europeos supone un gran riesgo) y actuar con absoluta imparcialidad, plena transparencia y máxima eficacia, al tiempo que se apuesta seriamente por la mejora de la calidad de la regulación. La tercera condición es doble, no conseguiremos abrir una senda firme y mantenida en el tiempo para alcanzar estos objetivos si esta apuesta de reactivación no va acompañada por un exquisito cuidado por la sostenibilidad ambiental y la igualdad de oportunidades. ¿Qué harán los distintos partidos ante esta encrucijada?
Ciudadanos y Unidas Podemos son quienes peor lo tienen. Los naranjas están en franca descomposición y sus liderazgos nacional y murciano siguen sin asumir la responsabilidad por la chapuza de la moción y sus desastrosos efectos. Podemos ha quedado descabezado y entra en una etapa muy convulsa. Además, Más Región podría ser ahora mucho más competitivo para ellos. Vox parece estancado y un PP en alza es una muy mala noticia para los de Abascal. El PSRM-PSOE tiene dos años para hacer olvidar el bochornoso debate de la moción de censura y para que el viento de La Moncloa deje de soplar en su contra. El hiperliderazgo de Pedro Sánchez es ahora una rémora. En cuanto al PP, ¿caerá en la tentación de adelantar las elecciones? Sería un error. Ya se sabe por la canción que «el que tenga estas tres cosas (las del título), ha de dar gracias a Dios» y el PP es el que parece más cerca, aunque son muy capaces de echarlo todo a perder.
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