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Me recordó la cara de Friedrich Merz este domingo, tras ganar las elecciones en Alemania, a la de un artificiero que acabase de desactivar una ... bomba. Como anticipaban las encuestas, su país dará un giro a la derecha apoyado en una probable coalición con la izquierda centrista, evitando así equilibrios con otras fuerzas. Las urnas le permiten esquivar a Los Verdes y mantener el cordón sanitario que ha venido aplicándose frente a la ultraderecha en el país. Aunque yo intuí en su gesto alegre una mueca de desconfianza, como la de quien sabe que una bomba es una bomba, y que nunca puedes tenerlas todas contigo cuando crees dejarla atrás inerte. La ultraderecha no gobierna, pero la carga latente sigue en aumento, tras situarse como segundo partido más votado del país.
Igual la cara de Merz no era tanto la de un artificiero como la de quien contempla algo que no entiende. Una cara como la que le imagino a la persona que grabó un vídeo que anda dando vueltas ahora en las redes sociales. Se grabó en alguna parte de Indonesia, y muestra el extraño comportamiento de un cocodrilo que parece haberse dado la vuelta para sacar del agua únicamente las patas delanteras, de forma que, visto desde lejos, se asemeja a la silueta de un niño que pide ayuda para no ahogarse.
El texto que acompaña al vídeo explica que los cocodrilos de la zona están aprendiendo a fingir para cazar humanos, y que utilizan esa idea del niño en peligro como cebo, con la única intención de dar una dentellada a quien se acerque a salvarlo. Sin embargo, no han tardado en aparecer expertos que aclaran que la afirmación es falsa, que los cocodrilos no adoptan esa posición para engañarnos, sino que el giro que se ve en el vídeo corresponde al intento de uno de estos animales de desmembrar a una presa de gran tamaño que debe tener ya bajo el agua.
De los cocodrilos y de los explosivos, en cualquier caso, mejor no fiarse. El pasado mes de octubre, una bomba de la Segunda Guerra Mundial estalló en el aeropuerto japonés de Miyazaki tras más de 70 años enterrada. Era jueves. Dejó un cráter de 7 metros de diámetro en una pista donde decenas de aviones comerciales toman tierra cada día. Los peores boquetes son los que todavía no se ven. Al final, una bomba es una bomba, y su naturaleza es explotar. Por eso, mientras vigilamos lo que sucede en Alemania, estaría bien recordar dónde quedaron enterradas las nuestras. Compartimos con los alemanes peligros antiguos, riesgos latentes con los que convivimos desde hace décadas. Hay quien lleva años alertando de que los cocodrilos aprenderían a disfrazarse de otra cosa. Pero igual no fingen, igual solo están haciendo todos esos giros frente a nosotros para desmembrar la presa que saben que llevan ya en la boca.
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