Roguemos por Franco
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No hay elección posible entre el dictador y ETA: ambos deben ser condenados enérgicamente y sin matices de ningún tipoPongamos que fue un accidente: Pablo Casado debería jugar al Euromillones porque, por pura estadística, le tocaría. ¿Qué probabilidad existe de que alguien entre a ... una iglesia en España y, por una cuestión de azar, asista a una misa oficiada en honor de Franco? Y lo que resulta incluso más asombroso: ¿cuál es la posibilidad de que un feligrés no se percate de que se encuentra en un homenaje al dictador cuando, en el exterior y en el interior del templo, proliferan los símbolos franquistas? Recordemos que, en el altar, se hallaba una corona enviada por la Fundación Nacional Francisco Franco, y que, en los primeros bancos de la capilla de la Catedral de Granada donde se celebró la liturgia, se desplegó una bandera franquista. Por si tales indicios resultaran poco explícitos, a la salida del templo varios individuos entonaron el 'Cara al sol' y ondearon banderas anticonstitucionales. Desde luego, quienes acudieron a este acto no pretendían precisamente disimular a lo que venían. Y, allí, en medio de esta exaltación de la dictadura, se encontraba el presidente del PP, Pablo Casado.
A estas alturas del relato, resulta indiferente si el líder del principal partido de la oposición acudió extraviada o intencionadamente a esta misa. Y digo que resulta indiferente porque la gestión que desde Génova se ha realizado de tal hecho ha sido calamitosa. En lugar de insistir empecinadamente en que todo fue un error y desviar la atención hacia ETA y los pactos del Gobierno de España, ¿por qué no se marcaron distancias ideológicas nítidas con respecto a este acto nostálgico de los tiempos preconstitucionales? Porque ahí está la clave de todo: la tibieza que lo embarra todo. Parece como si, una vez cometido el desliz, existiera un temor táctico a condenar explícitamente el franquismo. Esta cautelosa gestión discursiva de la dictadura solo arroja espesas sombras sobre un partido que, por otro lado, procura autoidentificarse con el centro-derecha.
Desde la irrupción de Vox, el PP ha interiorizado aquello de la 'derecha acomplejada'. Y, claro está, uno se pregunta si, en verdad, esta actitud acomplejada no reside ya en la incapacidad para condenar abiertamente los cuarenta años de dictadura del caudillo. Porque este complejo sí que es preocupante y afecta a nuestra convivencia democrática. De todos los presidentes que ha tenido el PP desde su fundación, Pablo Casado es el que menor personalidad tiene y el que peor aconsejado está. Su indefinición suma siempre a favor de una ultraderecha que le acabará devorando. Y es que, conforme pasa el tiempo, se confirma que el PP de Casado y de García Egea no constituye una alternativa centrada y democrática a Vox, sino su hermano mayor acomplejado y seguidista. No se puede estar enarbolando, de un lado, la bandera de la Transición y de la integridad constitucional, y, de otro, hilar muy fino para no herir los sentimientos de los ultras franquistas. Algo falla. O se está de parte de la Constitución o de la dictadura.
Además, llama poderosamente la atención los intentos de Génova de desviar la atención del 'error' de Casado mediante la enésima alusión a ETA. El mensaje que se transmite con este tipo de discursos atolondrados es que mostrar inclinaciones franquistas es menos inocuo que pactar con los 'herederos de ETA' –una comparación que, en sí misma, destila una inmoralidad insorportable en la medida en que tanto el franquismo como ETA fueron sistemas criminales y, puestos a hacer números, el primero causó más víctimas que el segundo–. Dicho de otra forma: no hay elección posible entre Franco y ETA: ambos deben ser condenados enérgicamente y sin matices de ningún tipo.
Está claro que la guerra fratricida entre Casado/García Egea y Ayuso está desangrando al PP. Y que, en el momento presente, la práctica totalidad de los votos que pierde el PP van a la saca de Vox. Génova debe de haber considerado que, localizado un importante punto de fuga, no se puede permitir otro frente de desgaste. Por cuanto mejor no enfadar al caladero de votos filofranquistas y establecer una demencial equidistancia entre la dictadura y la democracia. Formulado en otros términos: en lugar de rebajar el ego y dejar de medirse la polla continuamente, los dirigentes del PP prefieren pasar por un partido con reminiscencias preconstitucionales. Una jugada que pasará a los anales de la historia política de España. ¿De verdad creen las mentes pensantes de Génova que los esfuerzos por mantener el voto franquista compensarán las decenas de miles de adhesiones que se perderán a consecuencia de ellos? No tener claro este extremo constituye un claro síntoma de la confusión ideológica en la que vive el PP actual. Porque, además, sería una pésima noticia para el PP que una maniobra de acercamiento al franquismo le compensara electoralmente. Eso querría decir que Vox ha ganado, y que la única forma de sobrevivir es convirtiéndose en su alter ego, o lo que es igual: ser fagocitado por la ultraderecha y desaparecer como principal representante de una derecha constitucional. Paradójicamente, los jóvenes han venido para envejecer al Partido Popular. Rajoy está quedando como un progresista comparado con lo que hay ahora.
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