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Febrero, 1999. Una emisión más del entonces programa insignia de Antena3, 'Sorpresa, sorpresa', presentado por Concha Velasco, cuya audiencia languidece poco a poco por lo ... repetitivo del formato. Una 'sorpresa' más: Ricky Martin, escondido en un armario, espera el momento oportuno para aparecer en carne y hueso ante una de sus mayores fans españolas, una chica cualquiera que justo acaba de entrar inocentemente a su casa, infestada de cámaras ocultas. Ahora irá a su habitación y Ricky le pegará el susto / la alegría de su vida. Pero no. La chavala tiene otros planes. Va a la cocina, saca un bote de mermelada del frigorífico y llama al perrico. El resto es historia (por no decir Historia) de la televisión y la sociedad española. El programa, si atendemos a quienes por aquellos días juraban haberlo visto e incluso tenerlo grabado en VHS, alcanzó un 'share' del 99,7%.
La magnitud de aquel bulo, que tuvo que ser desmentido por Concha Velasco y hasta por Ricky Martin, nos pilló por (perdón) sorpresa. ¿Cómo pudimos ser tan estúpidos como para creernos una bola así y, además, difundirla?, es la pregunta que se hacía todo el mundo. ¿Todo el mundo? No. También había quien tomaba nota. ¿Para qué? Para una cosa. Si yo fuera mal pensado, se me ocurriría que algunos directivos actuales de canales de televisión hicieron su tesis sobre el perrito y la mermelada. Se doctoraron en 'rickymartins'. Su nuevo cantante portorriqueño favorito es ese okupa maligno que acecha a tu abuela y, a la que sale a por el pan, ¡zas! se le mete en casa y se queda un par de años allí de 'tó por tó', que la pobre mujer tiene que seguir pagándole luz, agua y hasta el Netflix. Epidemia de okupas en los programas matinales. Epidemia de okupas en las escaletas de los informativos. Epidemia de okupas en las nada oportunistas declaraciones de nuestros políticos de derecha. ¿Pero lo tienen grabado en VHS? Pues no, porque el allanamiento de morada, que es ese delito grave tipificado en el artículo 202.1 del Código Penal, que conlleva penas de entre seis meses y dos años de cárcel, y que es en el que intentan que pienses, se viene reduciendo paulatinamente desde 2013. Ni siquiera el delito de usurpación, que engloba el acto de entrar ilegalmente en un inmueble vacío o permanecer en él tras incumplir el contrato de alquiler, es especialmente frecuente: tras tocar techo en 2017 (con 6.757 condenas, según el INE) se ha ido reduciendo hasta las 4.302 del año pasado. El número global de delitos en España es más bajo que nunca, aunque viendo la tele te pueda parecer justo lo contrario. No, no digo los anuncios de alarmas, digo la tele, en general. Ya, ya sé que a veces es difícil distinguir ambas cosas.
¿Qué pasa cuando todo el mundo que te rodea, incluyendo los periodistas en quienes confías, te cuenta una fábula tan burda como inverosímil? ¿Y si, cuando arrugas la nariz de incredulidad, te la vuelven a contar al doble de volumen, poniendo la mano en el fuego, prometiéndote traerte mañana la cinta VHS -que me caiga un rayo si miento- en que la tienen grabada?
Si yo fuera mal pensado, se me ocurriría que alguien (Securitas Direct, los bancos, la derecha, los fabricantes de mermelada, alguien) tiene un interés especial en llenar de malvados Ricky Martins okupas terriblemente sexys la mente de la sociedad española. Si fuera muy, muy mal pensado, se me ocurriría que tal vez esa epidemia de paranoia inducida puede funcionar de manera preventiva ante el probable 'shock' económico que se nos viene encima. Es decir: si la reciente subida de tipos de interés provoca que tus vecinos del tercero no puedan seguir pagando la hipoteca, alguien prefiere que tengas muy clarito en tu cabeza que ya no son tus vecinos, sino dos peligrosos radicales antisistema que el Gobierno socialcomunista tiene viviendo a la sopa boba en tu escalera. Igual hasta aplaudes desde el balcón cuando vengan dos lecheras a desahuciarlos.
PP y Vox se han apresurado a rechazar la limitación de las subidas de cuotas de hipoteca. No vaya a ser que alguien albergue algún tipo de duda sobre de qué lado están. Sobre las políticas -tan de moda últimamente en Europa- de tasación o limitación de márgenes empresariales en nuestro contexto de crisis e inflación, tengo que decir que la expresión 'beneficios extraordinarios', o, peor, 'beneficios caídos del cielo' me repatea un poco. Del cielo nada, oiga. Salen del sacrificio de muchas familias trabajadoras que ni reciben rescates multimillonarios a fondo perdido ni reparten dividendos. La derecha, mientras tanto, señalando a un Ricky Martin salvaje que se te ha metido por la chimenea. Un día, ya verás tú qué susto, les pediremos el vídeo.
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