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Resulta habitual, ante cada nueva información relativa al declive de la natalidad en España, que cunda el alarmismo, tildándose la situación de 'suicidio' o 'invierno demográfico'. Dejando de lado pronósticos apocalípticos, es natural que la noticia de que los nacimientos hayan retrocedido un 9,9% en la Región de Murcia en el primer semestre de 2019, suscite dudas acerca de quiénes, de mantenerse esa tendencia, pagarán las pensiones públicas, o de qué forma afectará dicho retroceso al crecimiento económico. En este artículo analizaremos estos interrogantes empleando un instrumento común en el ámbito de la estrategia empresarial, como es el análisis DAFO (Debilidades, Amenazas, Fortalezas, Oportunidades).
El primer paso, no obstante, radica en acotar el fenómeno demográfico que nos ocupa. En este sentido, hay que indicar que la disminución de la natalidad no es un fenómeno coyuntural, sino estructural, propiciado por el desplome de la tasa de fecundidad, que se ha dividido por dos a lo largo de los últimos cuarenta años. Asimismo, hay que advertir de que la disminución de la fecundidad es la cruz de una moneda que tiene como cara el aumento de la longevidad. En paralelo al decaimiento de la fecundidad, la esperanza de vida no deja de crecer, a razón de prácticamente un trimestre por cada año transcurrido desde 1975 a esta parte.
Centradas las constantes del cambio demográfico, enunciemos las fortalezas con las que contamos para afrontarlo: 1) La longevidad española (que será la mayor del mundo en 2040) se sostiene sobre una buena calidad de vida en términos de alimentación, relaciones sociales y clima, así como en un sistema sanitario público de carácter universal, razonablemente eficiente. 2) La mejora del nivel de estudios de las diferentes cohortes de población facilitará el aumento de su ocupación a edades más avanzadas. 3) El sistema público de pensiones proporciona rentas regulares garantizadas a la población mayor, con una gran capacidad para reducir el riesgo de pobreza al que se exponen. 4) Hay un sistema de atención a la dependencia que complementa los cuidados informales proporcionados por las familias.
En cuanto a nuestras debilidades: 1) Hay preferencias reproductivas insatisfechas, dado que el número medio de hijos deseado por las mujeres en edad fértil es superior al efectivo. Este desajuste no puede explicarse por la 'crisis' de la institución matrimonial o la incorporación laboral femenina, ya que, si estas fueran las auténticas razones, la tasa de fecundidad española sería superior a la de Suecia. Los verdaderos motivos son la mayor precariedad laboral, la ausencia de políticas de conciliación familiar y el exiguo papel compensador que poseen las restas de inserción para las cohortes más jóvenes. 2) Desde inicios del presente siglo se ha producido un aumento de la prevalencia de la discapacidad entre la población mayor de 65 años. En concreto, en la Región se observa un importante retroceso en el número de años libres de discapacidad, de forma que toda la ganancia de esperanza de vida a esa edad lo es en mala salud. A este problema no es ajeno nuestro sistema sociosanitario público, que destina pocos recursos a cuidados de larga duración y no fomenta el envejecimiento activo. 3) Hay un riesgo de insolvencia del sistema contributivo de pensiones de continuar reduciendo el problema de su sostenibilidad a una cuestión de falta de 'efectivos'. Ni una mayor natalidad, ni una mayor inmigración son la solución al problema derivado de la incesante expansión de la esperanza de vida. Lo lógico es acompasar el gasto en pensiones a la evolución de la supervivencia, como de hecho previó la reforma de 2013, introduciendo un factor de sostenibilidad dependiente del crecimiento de la esperanza de vida. Las proyecciones disponibles anticipan un incremento del gasto en pensiones de entre 3 y 6 puntos del PIB para 2050, de derogarse la mencionada reforma. 4) La modesta productividad del trabajo, unida a la baja participación laboral a partir de los 55 años, pueden lastrar el crecimiento económico ante la disminución de la población potencialmente activa. Esto puede contrarrestarse, amén de priorizando la inversión en I+D+i, potenciando la conciliación familiar y laboral de las familias, así como restando incentivos a prejubilaciones y jubilaciones anticipadas.
Las oportunidades que representa el cambio demográfico son: 1) La extensión de la longevidad y el retraso de los síntomas de la vejez plantea la posibilidad de asistir a un 'greyny boom' o 'revolución de las canas', con una importante parte de la sociedad contribuyendo al consumo y la producción nacionales, brindando oportunidades inéditas de negocio al sector servicios. 2) El aprovechamiento de la revolución digital para apuntalar el trabajo maduro, de forma que se capitalice el talento senior.
Por último, las amenazas más sobresalientes serían: 1) El populismo, en sus dos versiones, tanto aquel que desdeña implementar las reformas estructurales que precisa el sistema público de pensiones, como aquel otro que propugna su desmantelamiento. 2) Una nueva crisis económica, con sus efectos perniciosos sobre la pobreza, la ocupación, etc. 3) El retroceso brusco de la inmigración, contribuyendo así a agudizar el desequilibrio financiero del sistema contributivo de la Seguridad Social, que presenta actualmente un déficit del 1,6% del PIB.
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