Secciones
Servicios
Destacamos
Uno de los cuentos más malrolleros que he leído en mi vida es, sin duda, 'Siete pisos', de Dino Buzzati (incluido en 'Sesenta relatos', Acantilado, ... 2006). Un viajero, aquejado de una leve fiebre, llega a un famoso sanatorio con la esperanza de recuperarse rápidamente. Se le instala en una agradable habitación del séptimo piso, el de los enfermos más leves, y a continuación se despliega ante él un proceso kafkiano en el que, siempre desde una cordialidad exquisita que nos recuerda a la que se dispensa a los huéspedes de una suite de lujo, va siendo reubicado 'temporalmente' en un cuarto de pisos cada vez más bajos. Las excusas, las fórmulas de cortesía y los discursos, tan tranquilizadores como vacíos, de médicos que se comportan como directores de hotel sustituyen al diagnóstico y hasta al tratamiento, que pronto descubrimos que no consiste en otra cosa que en calmar a los pacientes en su largo descenso a la primera planta, la de paliativos.
Escrito en 1937, sus páginas contienen, según los estudiosos, de todo: una alegoría antifascista, una sátira contra la sanidad privada, un estudio de la psicología de masas contemporánea, etcétera. A mí me viene a la cabeza todo el rato, últimamente, viendo la respuesta que nuestra sociedad está dando al reto climático. A la COP27, que está teniendo lugar estos días en Egipto, se le va poniendo cara de Buzzati por días: los que pasan sin alcanzar un acuerdo marco para reducir drásticamente el uso de combustibles fósiles, que suelen ir acompañados de abundantes comunicados tranquilizadores. No tienen ustedes de qué preocuparse, parecen decirnos los líderes mundiales, nos van a trasladar un tiempo a la planta de abajo para que estemos más cómodos, pero en breve podremos subir otra vez.
Ah, la comodidad. Si hay una fuerza infravalorada de entre todas las que determinan nuestro comportamiento, es esa. El confort del consumo suele pasar por encima de nuestras posturas éticas y cívicas, y a veces nos engancha tanto que preferimos perjudicar nuestra sociedad y nuestra salud antes que renunciar a él. Lo hemos visto mil veces en nuestro entorno: para que alguien renuncie al tabaco, el alcohol y las grasas hace falta un susto, una toma de conciencia y/o un médico con autoridad y tono poco complaciente. Exactamente lo contrario de lo que encuentra Giuseppe Corte en 'Siete pisos': la reconfortante cordialidad que se dispensa a los clientes de la muerte.
En tiempos de conflicto bélico, inflación y pobreza energética, preferimos los discursos tranquilizadores del capitalismo verde, cuando no la loca carrera que han emprendido los países ricos para extraer combustibles fósiles de todas partes. Hay que suplir los que la guerra de Ucrania ha interrumpido, pero usted no se altere, pronto volveremos a 'la normalidad'. Para cuando nos demos cuenta de que la normalidad ya no existe y el objetivo era que nos deslizásemos alegremente hacia los pisos inferiores del hospital, puede que ya sea tarde.
El pasado domingo, el compañero Pedro Navarro publicó en este diario un excelente –y aterrador– reportaje sobre la pésima calidad del aire en Murcia, que ha empeorado recientemente para volver a acercarse a los niveles máximos de contaminación por PM10 en toda la serie histórica. Tuvo Navarro el acierto de cruzar esos datos con los del galopante 'cochismo' de nuestro municipio, que a las puertas de la era de la descarbonización sigue sumando cientos de nuevos turismos y constituye uno de los puntos negros nacionales en cuanto a la proporción habitantes/coches.
El mismo día, mi vecina Irene Pardo publicaba en el digital 'Amanece Metrópolis' una hermosa pieza sobre vivir con asma en el barrio de El Carmen durante una alerta por contaminación, ir por el vecindario con un carrito de la compra, entrar a un comercio y que el tendero te pida una firma a favor del coche. Kafka lo retuitearía. Buzzati haría con ello un cuentecico. 'El Barrio cerrado', puede que lo titulase.
Este verano pasearemos por las explanadas sin sombra del centro de la ciudad y nos diremos a nosotros mismos algo como «no te preocupes, HuertoLab era una cosa de hippies, tampoco hacen falta tantas zonas verdes por aquí, pronto subiremos a la planta de arriba». Y será un paseo mucho más relajante –si bien cálido– que esas proclamas ansiosas sobre emergencia climática y decrecimiento que tanto gustan a los 'ecolojetas', como los llama nuestro consejero de Medio Ambiente, el sr. Luengo.
Y que conste que me gusta relajarme como al que más, eh. Superfan de la relajación siempre. Excepto al volante.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.