![La reina de América](https://s3.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202301/14/media/cortadas/176686090--1248x1742.jpg)
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América es lo que hay al salir de los cines de playa a la derecha. Chalets a ambos lados y, de repente, una tienda de vinilos, casas y un abogado, un motel de carretera, Hillcrest, desiertos, cañones y luego el eterno Altorreal, llanuras con edificios ... a ambos lados y estás en Arizona, casas suburbiales de latinoamericanos de segunda generación, llanuras infinitas y estás en cualquier otra ciudad que has oído en una película. Ned Flanders decía que América es ese trozo de tierra que hay entre Nueva York y Los Ángeles. En esa infinitud habita el alma multiforme y cada vez más hispana de un país que es como una megápolis en cinco infinitos barrios, cinco culturas, que empiezas a ver cuando despegas de Dallas y no acaba hasta aterrizar entre los rascacielos de San Diego.
Conscientes del poder de las palabras, se apropiaron del nombre del continente y se llaman a sí mismos americanos, y a los de abajo mexicanos y a los de más abajo inmigrantes, que es como decir que son abstractos. El poder de las palabras se lo enseñaron los franceses cuando encerraron toda la América hispanolusa en el falaz término 'Latinoamérica'. Lo que no tiene nombre no existe y a lo que yo bautizo llamaré hijo mío. Desdehace 25 años vengo cruzando el Atlántico una o dos veces al año para encontrar mundos cambiantes a ritmos distintos. He visto países marchitar, como mi amada Guatemala, otros fosilizarse, como Nicaragua, o hacer de su fosilización un dudoso orgullo, como Cuba. También veo desplomarse a Perú mientras Colombia resurge de las dificultades creadas por los peores hombres
Estados Unidos no es América. A veces parece que las grandes ciudades tampoco, que la verdadera América es un mar de granjeros armados, pero no. Olvidemos la tele, América es muchísimo más de lo que un vídeo o una película puedan contar. Toda esa gloria de las películas es real, los niños crecen con esa idea, las emociones bajo la bandera son las lágrimas de Cruise en 'Nacido el 4 de julio' en un continente en el que los lagos de los valles se podrían llenar de las lágrimas de los americanos en el pasar de los milenios.
Estamos pasando unos días en la Costa Oeste, en San Diego, con nuestros queridos amigos Benjamín y Ross para instalar una obra de Paloma de la Cruz. Ya hemos puesto fotos en redes. Días de museos, gastronomía y conversación cálida y atractiva. Una noche, de copas, entramos en un bar de drag queens. Una formidable Donna Summer recorría las mesas con manteles de lentejuelas bajo focos de estrella berlinesa del underground. Había algo en el ambiente que no detectaba: una alegría libre de tensiones. No había exaltados, ni estreses, ni borrachos. Todos bebíamos y dábamos dólares a diosas del transformismo que templaban y lanzaban a las estrellas el ánimo del respetable. Mujeres que trabajaban sus cuerpos, estilismos y bailes como se prepara una meta espiritual. Lo más motivador que Carolina y yo hemos visto en mucho tiempo no han sido las grandes exposiciones, los mundiales de fútbol, las ferias... eran seis mujeres vestidas con brillos, que desviarían un trasatlántico, cantar a Abba, convertirse en Madonna o Hellraiser y recoger tacos de billetes de dólar con una mirada que todos esperábamos esas diosas nos dedicasen.
El amor insuperable en la diversión limpia en un cabaret de Hillcrest un miércoles por la noche bebiendo mimosas y bailando los 80. América es tan grande que cabe, a cada paso, el cambio de humor. Cruzando fronteras se entra en mundos que son el mismo y su opuesto, y el paso a Tijuana es un compendio de todo eso. En la cola se forma un enorme pan hecho de turistas, mandados y dolientes que llenan el mundo del norte y vacían el del sur.
Colón y los suyos hicieron correr la idea de que habían encontrado el jardín del Edén y sin duda lo hicieron pero, al contacto con el hombre, se convirtió en algo tan humano que nada lo es más. En la noche cenamos y Bob me pregunta cómo se percibe Estados Unidos más allá de la división política, pero en la pregunta introduce la respuesta. Al igual que el nuestro, el suyo es un país dividido pero es que la idea de que si rodeamos una extensión de tierra con una frontera, le ponemos un nombre y decimos que eso es un país, todos van a ser lo mismo, es tan romántica como imposible.
Tanta filosofía, tanta idea de saldo se diluye en el bar cuando, en el club, sale una Madonna en gloria para cantar eso de «'when you call my name'» y recoger los últimos dólares. La alegría es una buena patria, seguramente la mejor porque su existencia no demanda el sufrimiento de nadie y yo saco mis dólares y se los doy a esa reina de América rutilante que marca el camino del bien.
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