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Lejos de dejarme llevar por el bochornoso espectáculo que nos ha dado la política nacional en los últimos dos años, y que ha llegado a su cumbre en los últimos dos meses en nuestra Región, voy a intentar mandar un mensaje constructivo (quizás posibilista) e ... imbuirme de positividad. Sinceramente, creo que ya no caben más reproches. Los tengo hacia todos los partidos con representación, incluido mi antiguo partido, Ciudadanos, por lo mucho que pasó y está pasando; aunque a este último nunca dejaré de agradecerle la oportunidad que me dio de desarrollar un servicio a mi Región durante cuatro años. Sin embargo, no me resisto a mencionar dos errores suyos clave, a resolver:
En primer lugar, creo que a Ciudadanos le ha faltado creerse que la militancia era un conjunto de hombres y mujeres libres e iguales. Como liberal, la forma de dirigir el partido y el sistema impuesto de toma de decisiones ha sido absolutamente contranatura. No se entiende una estructura tan absolutamente piramidal, obsesionada por controlarlo todo, sin concretar apenas nada, hasta llegar al colapso. No se ha confiado en la gente y se ha permitido que personas que no debieran optaran a cargos de responsabilidad, con poder, pero sin autoridad alguna. No existe ni ha existido un mecanismo de autocontrol y contrapesos en el partido ni de participación interna efectiva. Todo venía dado, como si las agrupaciones regionales y locales fueran una franquicia.
Porque la política, al menos como yo la entiendo, es un ejercicio de servicio a la comunidad desde el poder de las instituciones, en pos de una sociedad mejor. Los partidos políticos deberían ser la herramienta necesaria para dar cabida a sensibilidades y opciones diversas y, evidentemente, están formados por afiliados, los cuales, como en cualquier estructura social, deberían tomar un rol en ellos acorde con su mérito, capacidad y entrega. Pero eso es imposible con el actual sistema de organización de Ciudadanos.
Nunca entenderé por qué en las elecciones generales, locales y autonómicas votamos con una papeleta y en mi partido se optara para tomar en grupo las pocas decisiones que nos dejaban por un sistema de votaciones telemático en cuestión (y judicializado). Y podría seguir incidiendo en detalles como este, pero todo lo resumiría en que lo peor de la organización interna de los partidos tradicionales ha colmatado el vaso de ciudadanos. El despilfarro consiguiente de capital humano de Ciudadanos en los últimos dos años ha sido lamentable, con salidas continuas de personas de una validez extraordinaria desencantados. ¡Claro que en el partido quedan aún personas estupendas y bien preparadas! Y también en otros partidos, pero qué poca visibilidad tienen y qué poco se les escucha.
El segundo error, y quizás el más grave, es que ha puesto la estrategia por encima de sus ideas. Ha sido una enorme irresponsabilidad el no haber sido siempre fiel a sus principios: el ser una fuerza política con vocación reformista, regeneradora y con voluntad de ayudar a generar estabilidad y cambios estructurales para modernizar el país. Ciudadanos es una fuerza política de centro, y no puede jugar a ser un partido supuestamente transversal, lo cual es imposible en una Europa moderna. Albert Ribera reconoció su equivocación y se fue, y Arrimadas debería haber retomado inmediatamente la senda de los acuerdos que mejor ayudaran a gobernar según nuestras ideas, cuando así correspondiera a la derecha y cuando así lo fuera a la izquierda, pero luchando y defendiendo nuestros principios. Hemos conseguido desdichadamente que todos los medios coloquen a Ciudadanos a la derecha, dinamitando la idea de un centro real en España. Los demás partidos están encantados, puesto en estos tiempos de zozobra y desafección, donde tantos quieren meter debajo de la alfombra el moderantismo, la sensatez y el sentido común, y los extremos y la demagogia campan a sus anchas, el desgaste de Ciudadanos les viene de perlas.
Dicho esto, proclamo que me siento huérfano ideológicamente. No soy socialdemócrata ni me considero conservador, por lo que necesito el referente de un partido liberal progresista. España y aún más Murcia necesitan con extremada urgencia recuperar esa ilusión perdida en Ciudadanos (yo diría incluso que destrozada) y no puede permitirse esta degradación institucional de un país que tiene mucho potencial y muchos políticos que no están a la altura, cualesquiera que sea su ideología.
Por consiguiente, solo se me ocurren dos opciones: o Ciudadanos inicia de manera urgentísima un proceso de refundación completo, convocando a sus afiliados a reconstruir el partido, recuperando su esencia y evitando los errores que he mencionado; o bien, directamente, empieza otro proyecto distinto, con los mimbres del que yo conocí en 2015. En ambos casos me uniría con gusto, o al menos tendría a quien votar.
Es urgente, puesto que si no manda ese mensaje antes no me cabe duda de que el proyecto de Ciudadanos se disolverá como un azucarillo según se vayan cerrando las legislaturas en curso. España volverá en política a la casilla de salida de hace ocho años. Con una hipoteca tremenda de desencanto y desafección a la política donde, entiendo, más se necesita.
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