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Reflexiones desde la trinchera

Los miedos ancestrales a lo desconocido han buscado siempre un causante, un chivo expiatorio que canalice el odio y su cohorte de iras y violencia

Lunes, 20 de abril 2020, 02:31

Y pues esta pandemia ha sido diagnosticada como una guerra para la que se han usado términos bélicos como 'frente', 'estado de alerta', 'batalla', 'vencer', 'enemigo', 'resistir' (al que ha dado alas la recuperación del viejo tema del Dúo Dinámico) y otros, disculpe el atento lector que titule este artículo, metafóricamente, con un vocablo militar. Así que, desde la 'trinchera' de casa, donde me protejo como todos del 'bombardeo' de malas y buenas noticias que de continuo nos 'asaltan', proseguiré con el 'parte' de reflexiones sobrevenidas que, como es lógico, giran en torno a esta pesadilla que nos aflige.

Nos llena de esperanza saber que estudiantes de Medicina y Enfermería, auxiliares que aguardan lograr un puesto en clínicas y hospitales hayan decidido sumarse al contingente al que aplaudimos cada tarde y que vela por nuestra salud con riesgo de sus vidas. Es de justicia que, cuando todo acabe, el ministerio correspondiente tenga en cuenta este inmenso gesto de altruismo y lo compense con algún tipo de méritos y valoración curricular para su ingreso en la sanidad pública.

Hemos podido comprobar cómo el eje de la geopolítica mundial ha ido desplazándose hacia China, mientras los Estados Unidos del detestable Trump, mirándose el ombligo, replegándose en su nacionalismo cateto, empobrecedor e insolidario, abandona los ideales que hicieron grande y poderoso al país y lo llevaron a socorrer a Europa frente a otro pernicioso virus, en aquel caso referido a las ideas, del nazismo.

China, que no es un dechado de democracia ni lidera la defensa de derechos humanos y libertades (dudo de la veracidad de las cifras de afectados por la pandemia), ha aprovechado la crisis y su propia experiencia para avanzar algunos gestos, unos de especulación y feroz mercantilismo, como revender material sanitario a mejores postores que los que firmaron los contratos; otros, en cambio, solidarios, que son de agradecer, con los europeos, incluidos los españoles. Digo esto último porque a tenor de recientes informaciones y experiencias anteriores, pongo en cuarentena que los europeos del Norte nos consideren del mismo club. Aviones chinos, decía, de socorros médicos con personal sanitario y envíos de material protector del que hemos escaseado son dignos de reconocimiento. La solidaridad, venga de quien venga, aunque nos la cobren.

Con la reclusión hemos descubierto que 'cuarentena' es una metáfora, pues su duración real más reducida son doce días. Cuarenta y su derivado cuarentena parecen originarse en episodios bíblicos como el Diluvio Universal, la penitencia de Jesús en el desierto antes de presentarse a la vida pública, el éxodo de los israelitas y su esclavitud en Egipto, que duraron, respectivamente, ese número de días, de años y de décadas.

Del obligado confinamiento saldrán lazos vecinales y familiares reforzados, pero también desencuentros y divorcios. Y, a semejanza del célebre apagón de 1977 en Nueva York, que duró solo un día y dio como resultado, nueve meses después, un aumento inusual de la natalidad, sospecho que aquí sucederá algo parecido, el nacimiento de una nueva generación de españoles, que quizá será llamada 'del coronavirus'.

Los miedos ancestrales a lo desconocido han buscado siempre un causante, un chivo expiatorio que canalice el odio y su cohorte de iras y violencia. Los cristianos fueron culpados del incendio de Roma en tiempos de Nerón, los judíos, de muchas pestes medievales que asolaron Europa, a los españoles se nos vincula con la gripe mundial de 1918, tanto que se llama 'la gripe española'. La sífilis es en muchos lugares 'el morbo español' y en España la llamamos 'el mal francés'. La Covid-19 es en Norteamérica 'el virus chino'. Pero los chivos expiatorios no siempre son personas. Entre la broza de las redes, donde navegan informaciones útiles del Gobierno, ayuntamientos y comités profesionales fiables, circulan asimismo bulos seudocientíficos, patrañas burdas, avalados por dudosos investigadores, entre ellas la que vincula las últimas epidemias mundiales con el auge de las tecnologías electromagnéticas. En el caso actual, con el desarrollo del último avance en 5G. En otros casos leemos recomendaciones razonables: puesto que los diestros usamos sobre todo la derecha, que es la que llevamos a boca, ojos y nariz, por donde penetra el contagio, conviene usar la mano izquierda para abrir puertas, girar pomos o recoger el cambio del dinero. Por la misma razón, para teclear en cajeros bancarios y botones de pisos y ascensores es aconsejable hacerlo con los nudillos en lugar de con la yema de los dedos.

Ajenas a nuestras cuitas y temores, pasan las nubes que contemplo desde la terraza de casa. Blancas, algodonosas, como veleros majestuosos hacia no se sabe dónde, unos días, y oscuras, preñadas de agua, otros, dando testimonio de que la naturaleza, a la que tan poco respetamos, prosigue su curso, indiferente a la urgencia de nuestras preocupaciones.

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