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El ilustrísimo doctor don José Antonio Villegas García era académico de número de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Murcia (medalla número 10) desde el año 2008, a la que fue presentado por el Académico don José Antonio Nuño de la Rosa. El doctor Villegas estudió la licenciatura de Medicina y Cirugía en la Facultad de Medicina de la Universidad de Murcia. Se especializó en Medicina del Deporte en la Universidad Louis Pasteur de Estrasburgo (Francia) y prosiguió su especialización en Colonia (Alemania). Su tesis doctoral 'Valoración nutricional del ciclista' la defendió en la Universidad de Murcia.
El doctor José Antonio Villegas fue creador del Centro de Medicina Deportiva de la Región de Murcia y director del Centro de Alto Rendimiento de Los Narejos. Contribuyó a desarrollar el Plan Nacional ADO (Asociación de Deportes Olímpicos) para preparar a los deportistas españoles de élite y a aquellos que compiten en las olimpiadas, programa de gran éxito desde la olimpiada de Barcelona de 1992. Asimismo, el doctor Villegas pudo desarrollar su marcada vocación universitaria al acceder a la Cátedra de Fisiología del Ejercicio de la Universidad Católica de Murcia, dónde le ofrecieron los medios para desarrollar diferentes programas de investigación hasta el año 2011. Pero José Antonio no solo tenía una activa vida como facultativo o como investigador, también era un natural divulgador de la ciencia y mantenía un canal de YouTube para todas las edades con recomendaciones sobre normas saludables de vida, ejercicio, alimentación o calidad de vida. Era ferviente defensor de la medicina preventiva, y sus aseveraciones siempre se basaban en estudios contrastados. Tanto por sus descubrimientos como por su labor de ayuda a la ciudadanía obtuvo varios premios de investigación y de promoción de la salud.
Quien, como paciente o como colega, haya tenido la ocasión de coincidir con el doctor José Antonio Villegas, sabe que era un hombre tolerante y elegante en las formas, pero parco en palabras. Con profundo respeto, José Antonio practicaba el silencio. Se deleitaba en la escucha activa. Sabías que te estaba escuchando y que le daba importancia a lo que decías, pero nunca interrumpía, procesaba todo lo que oía y, al final, si se le solicitaba emitía su juicio. De hecho, solo pedía la palabra en contadas ocasiones y siempre su discurso era breve, conciso y clarificador acompañado de una prosodia sosegada. En cualquier foro en el que participara, la Real Academia de Medicina, las asociaciones de medicina deportiva, la coalición para el envejecimiento o la escuela de salud, el doctor Villegas se distinguía por ser fiel al poder de la verdad, dando valor a su alegato lleno de seriedad y humildad.
El reloj de su vida terrenal se detuvo la madrugada del 4 de agosto de 2020 en plena pandemia Covid-19 y no por infección viral. Estoy segura de que José Antonio fue consciente de la gravedad de su situación y, durante esos incontables y largos minutos, la asumió con entereza y quietud. Conociendo su bonhomía y, por su temple, debió ser una transición valiente, serena y plácida en la quietud y en el silencio del amanecer. Y esa mañana se sintió «un viento triste mientras las hojas huyen en bandadas», recordando a Federico García Lorca, como el propio José Antonio transcribió en su disertación de ingreso a la Real Academia, donde la más querida dedicatoria la brindó a «su peque», a su hijo.
José Antonio era un hombre cabal y comprometido y, por encima de todas las cosas, era un hombre de familia. Renunció, sin acritud, a cargos y responsabilidades por ocuparse de temas familiares y por la atención a su hijo.
Nuestras sentidas condolencias a su esposa Teresa y a su hija Irene, a su hermano Manuel, a Maite y al resto de la familia que deben estar añorando su presencia física con un llanto seco, mudo y gris, pero que les queda el consuelo de haber compartido con él una rica vida fecunda e imborrable.
José Antonio siempre fue un ejemplo de rectitud, un colega coherente en el que podías confiar, en él la lealtad era de forja antigua y perdurable. No tenemos más que palabras de agradecimiento y admiración, al tiempo que una indescriptible tristeza por el vacío que ha dejado.Querido amigo y compañero, en nombre de todos los académicos de la Real Academia de Medicina y Cirugía de la Región de Murcia, y en el mío propio, parafraseando a Virgilio: «Tu honor, tu nombre y tu gloria perdurarán eternamente». No te olvidaremos. D.E.P.
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