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Algunas veces, cuando se habla de la reconstrucción de los daños globales causados por la Covid-19, se recuerda el ejemplo asombroso de la reconstrucción de la Europa destrozada por la II Guerra Mundial. Pero llegado este recuerdo quizás convenga también recordar a los políticos que asumieron aquella responsabilidad: personajes todos ellos verdaderamente históricos
Mucho me temo –visto lo que estamos viendo– que en España no ocurre lo mismo. Uno de los primeros objetivos de aquellos personajes fue ingeniarse una iniciativa que con el paso de los años se convertiría en la actual Unión Europea entre cuyos fines destacaba que la tradición de guerras en el continente terminase. Fue un éxito. Ahí está con todos sus fallos y problemas la realidad de la UE que resuelve de forma pacífica los conflictos, que ha convertido a Europa en el continente de paz, que aprovecha la unidad de 27 países miembros en un club que promueve y facilita el desarrollo y que, llegado a un momento dramático, como el actual está ahí para ayudar a esa nueva reconstrucción que en definitiva nos beneficia a todos.
Cuando echamos un vistazo a los miembros de la Comisión creada en España para unir fuerzas y acelerar una recuperación de los daños causados por la pandemia enseguida se recuerda a aquellos personajes –Konrad Adenauer, Jean Monnet, Helmut Kohl, Françoise Miterrand... y un largo etcétera– que desde su talla de grandes hombres de Estado se volcaron y supieron superar la crisis y viejas rencillas territoriales hoy olvidadas. Los echamos de menos estos días siguiendo de cerca los trabajos y resultados de la Comisión de Reconstrucción española, observando la escasez de generosidad ante un desafío tan grande. Es mucho lo que los españoles –de cualquier signo ideológico– tenemos en juego y vemos que muchos no lo tienen en cuenta. El propio Partido Popular, que partía con buenas intenciones, se resiste al acuerdo imprescindible para presentar en Bruselas a pesar del apoyo de la CEOE y los sindicatos.
Es deplorable toda la gestión con que tanto el Gobierno como la oposición en su conjunto, afrontaron la pandemia. Ver los debates parlamentarios marcados por trivialidades y hasta insultos, cuando lo que inquietaba es que la gente se estaba muriendo, queda para el recuerdo de nuestra historia política deprimente. Y en la Comisión para la Reconstrucción ocurre lo mismo. La unidad, que no tiene por qué ser unanimidad política, incluso ante la desgracia colectiva brilla por su ausencia. Quizás lo más necesario y urgente es iniciar la reconstrucción de la sensatez colectiva.
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