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Reconocimiento y compensación

PRIMUM NON NOCERE ·

En estos duros tiempos, la sociedad es muy afortunada por contar con tantos profesionales sanitarios que siguen firmes, al pie del cañón

Sábado, 26 de septiembre 2020, 02:02

Hoy se celebra la festividad de San Cosme y San Damián, patrones de médicos y cirujanos, farmacéuticos, dentistas y de todo el personal sanitario en general. Cosme, el médico, y Damián, el farmacéutico. Estos santos gemelos nacieron en la península arábiga y ejercieron en Ayas (Turquía). Allí, en Cilicia, fueron martirizados por la fe hace 1.700 años, en tiempos del emperador Diocleciano. San Cosme y San Damián son patronos de muchas localidades en Europa y allende los mares, en Latinoamérica y en Canadá, y lo fueron de la familia Medici, dirigentes florentinos mecenas de las artes, que encargaron a Fra Angélico varias pinturas de los santos. La espada con la que les cortaron la cabeza se conserva en la catedral de Essen en Alemania, donde se les profesa gran devoción. También son santos ligados a la fertilidad y se les ofrendaban imágenes fálicas de cera, que hoy recibirán en la parroquia de Isernia, cerca de Nápoles. Existen reliquias de los santos en muchas localidades del mundo y, en España, es de interés turístico el robo de los santos de Arnedo (un orgulloso municipio riojano) ya que, año tras año, los vecinos navarros de Andosilla intentan 'llevarse a la carrera' las imágenes de los santos para venerarlas por sus propiedades mágicas curativas. Y esta 'magia de la curación' es justamente, lo contrario a lo que los santos preconizaban en su vida.

La historia de Cosme y Damián es épica, no solo por su resistencia a morir tras múltiples martirios (fueron apedreados, aseteados e incluso quemados vivos y, para acabar con ellos, les tuvieron que cortar la cabeza), sino porque fueron pioneros en la ciencia médica curando enfermedades, buscando sus causas, e intentando desterrar las prácticas de brujería de la época. Tal era la devoción a estos santos que, en el libro 'La Leyenda Aurea' de Jacopo da Varazze (1275), se relata uno de los más de 40 milagros que se les atribuye después de su muerte: Justiniano, el diácono de la basílica romana con advocación a los santos Cosme y Damián, sufría gangrena de una pierna (probablemente por ergotismo, una toxina del cornezuelo del centeno que también provoca alucinaciones). Los santos se le aparecieron en sueños y le trasplantaron la pierna de un individuo africano de color que acababan de enterrar y... el sacristán se curó. Es una referencia precoz de los trasplantes y existen esculturas y pinturas representándolo: una miniatura de la Leyenda dorada en la Huntington Library de San Marino, en California; la de Fra Angélico (1440), en Florencia; la del Maestro de Balbases (1495), en la Wellcome Library de Londres; o la de Juan Correa del Vivar (1550), en Pamplona, y muchas más...

Sin embargo, lo que más se recuerda de estos santos, también en la tradición cristiana ortodoxa, es que eran santos anárgiros, que significa que no aceptaban la plata, el pago por sus servicios. Cosme y Damián ejercían la medicina gratuitamente, la ejercían por devoción. Trataban a todos los enfermos sin importar su condición social o su fe, cristianos y no cristianos. Durante la Edad Media, estos santos eran conjurados para alejar las epidemias y la peste. Y en este año 2020, recordamos su ejemplo, pero, sobre todo, reconocemos la labor respetuosa y responsable de todos los sanitarios durante la pandemia Covid-19. En el espíritu anárgiro, los sanitarios de todas las especialidades han trabajado, y siguen haciéndolo, sin pensar en las horas que están dedicando, sin pensar en compensaciones adicionales, solo por compromiso vocacional. Son profesionales que al elegir que estudiar, decidieron formarse para ocuparse de la salud de sus conciudadanos. Y siguen preparándose día a día, aprendiendo de su propia experiencia y de la de los demás. Pero ¿recibirán alguna compensación a este excepcional esfuerzo? Las autoridades deben tener en cuenta que esta situación no tiene fin inmediato y que, por las altas y continuas exigencias, muchos pueden 'quemarse', con desgaste físico y emocional. Nuestros sanitarios anárgiros, que dedican su tiempo a trabajar y a instruirse más allá de las horas laborables, merecen el reconocimiento explícito porque sin ellos, y su dedicación silenciosa, sin sus sacrificios diarios, las consecuencias de la Covid-19 serían impensables. Porque la pandemia persiste todavía y seguirá hasta que no llegue la vacuna.

El personal sanitario continúa en la brecha, actualizándose cada día, adaptando nuevos tratamientos y aplicando la experiencia de colegas de todo el mundo. En estos duros tiempos, la sociedad es muy afortunada por contar con tantos profesionales (mujeres y hombres) que siguen firmes, al pie del cañón, en sus puestos de trabajo. Ellas y ellos son nuestra tranquilidad y esperanza. Nos transmiten las formas de prevenir y, además, sabemos que si enfermamos están ahí, preparados para tratar al 'sujeto paciente' de la mejor manera. Igualmente, ahora que arranca el nuevo curso académico universitario, su actitud y profesionalidad es el mejor ejemplo para las nuevas generaciones que han elegido estas carreras.

Los sanitarios aseguran la salud de la población y su conducta ejemplar es inspiración para todos. En el día de San Cosme y San Damián, aplausos y agradecimiento a todos los sanitarios, que también se debe plasmar en obligado reconocimiento y compensación.

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