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La rebelión de los pacíficos

Miércoles, 19 de febrero 2020, 03:11

Ningún grupo social ha mostrado tradicionalmente mayor calma y aguante ante la adversidad que los agricultores y ganaderos. Pero todo tiene un límite y su actitud pacífica parece que se está agotando. Se trata de trabajadores -no de cortijeros- que viven sujetos a dos dependencias: la climática y la especulativa. Y en estos últimos tiempos con ninguna de las dos les ha ido bien.

Unas veces los temporales y las heladas, que han arrasado cosechas completas, otras las importaciones fáciles de productos foráneos, que la globalización económica facilita, y otras el descontrol existente entre productores y vendedores, con la dependencia de los intermediarios, todo se les ha puesto en contra. El precio en los mercados ha subido, pero para ellos ha bajado.

No es nada nuevo. La denuncia de esta situación incluso llegó al 'hit parade' musical con una canción de Los Sabandeños titulada 'Los intermediarios'. El alejamiento de los centros de decisión política, la debilidad de las organizaciones corporativas y el olvido de unos votantes muy dispersos mantienen a los agricultores olvidados. Solamente se les recuerda para lamentar que abandonen sus pueblos en la búsqueda comprensible de oportunidades urbanas.

Y las perspectivas de futuro no son más optimistas: entre los planes del nuevo Gobierno de coalición, enfáticamente apellidado progresista, para los campesinos de a pie apenas se han escuchado mensajes de esperanza puestos en que su situación cambie. Por si faltase algo, hasta los contables de la Comisión Europea, que contemplan la realidad desde sus ordenadores en despachos acristalados de Bruselas, pretenden recortar los fondos agrarios un catorce por ciento.

No puede sorprender, por lo tanto, que la inquietud de los interesados esté agotando su paciencia. En varias comunidades autónomas han sacado sus tractores a las carreteras reclamando atención. Atención efectiva, no elogios y églogas versallescas a su aportación a una sociedad cuyos miembros necesitan y aspiran a comer todos los días lo que ellos han cosechado o criado y de lo que casi nunca ellos mismos pueden disfrutar. La ola de manifestaciones, lo mismo en Valencia que en el Bierzo con las que protestan por su situación, generan incomodidades y trastornos al resto de la gente y chocan al tiempo con la tradicional condición pacífica de los agricultores, lo cual justifica doblemente la alerta. Es un conflicto social que está empezando, que probablemente se extenderá y a poco que se analice con voluntad objetiva y sentido social lleva a la conclusión de que está justificado.

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