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El Real Murcia se revuelve en las redes de la pobreza como un animal noble y herido sufriendo con el mismo dilema de los políticos de la pandemia: economía o salud. Y todavía nuestros mandamases pueden subir los impuestos y tener economía y salud, pero ... el Real Murcia no. Caído como un ejecutivo que, dado al juego (de eso se trata), llega hasta ser propietario de un banco en el parque del Salitre; con su pelo plateado lleno de grasa, estirado y orgulloso de su procedencia, busca en sus recuerdos cómo salir del aprieto. El Real Murcia solo tiene su historia y busca un milagro o, mejor, dos.
Uno sería que con los jugadores que puede permitirse subiera categorías hasta hacer rentable que se invirtiera en él. Y otro que algunos de los millonarios discretos que habitan en Murcia tuvieran entre sus metas contar con una estatua de bronce en la explanada de la Nueva Condomina. Una estatua como la de José María Muñoz y Bajo de Mengíbar al final del Malecón. Que le quiten al probo de don José María su eterna gloria. Estatua que se repite hasta tres veces por toda la Vega Baja. Fue este señor protagonista por su generosidad en la aún no olvidada riada de Santa Teresa de 1879. Una riada a la altura de los tiempos en que ocurrió. Un centenar de muertos y miles de desalojados. Pero, por ser la primera de la que hay imágenes, pronto despertó la compasión de amplias capas de población nacional y, más allá, llegó a interesar a Swann, uno de los protagonistas de Marcel Proust en su celebérrima novela 'En busca del tiempo perdido', que, ante un desastre tan asombroso –«catástrofe planetaria», la llamó Jocelyn Grange–, visita la exposición París-Murcia entre cotilleos en el salón de madame Verdurin.
¿Se imagina ese añorado millonario observando desde sus ojos de bronce a todos los murcianos acercándose agradecidos a la tablilla en la que estaría su nombre y sus méritos? José María Muñoz era extremeño y conquistó toda la Vega Baja. Seguro que le reconforta su fama en la frialdad de su tumba. El millonario que buscamos sería murciano. Un paisano que ahora vive en la tristeza de su anonimato, con dinero sí, mucho, pero aburrido, repitiendo inversiones ya sabidas, sin emoción: un solar aquí, tres edificios allá, acciones en el gas ruso. Una vida anodina de masajista por la mañana, aperitivo cervecero con Beluga, comida con Clio, tardeo con Cristal Rosé y cena a la orilla del mar con una amante que le dobla en lozanía. Vida gris, sin vítores, sin reconocimiento de su arrojo financiero y su osadía empresarial. Vida sin biografía, sin hagiografía, sin elegía, sin panegírico...
No es fácil que a los presidentes de clubes de fútbol les pongan estatuas. Pero los hay, como el primer presidente del Recreativo, el escocés Charles Adams, o el recordado Santiago Bernabéu. Todos ellos con grandes méritos, como los que esperan a un presidente que lleve al Real Murcia a donde la historia le espera. Unos méritos que no solo afectarían a la reputación del club, sino que impulsarían la autoestima de los murcianos, el conocimiento universal de la Región y, por supuesto, la entrada en los libros de historia, la movilización de la chiquillada, la presencia de las lumbreras del deporte mediático, la construcción de una ciudad deportiva, la revalorización de los terrenos baldíos del entorno, la subida de precios en Cabezo de Torres... En fin, seguiremos soñando... en Murcia a 1 de enero de 2022.
Posdata 1. Hemos sabido que, al leer este artículo, este murciano, añorado antes de ser conocido, se ha caído del Ferrari y ha comprendido su destino, se ha sacudido su traje de Armani, se ha quitado el polvo del Rolex y se relame ya pensando cómo va a ser apreciado, o incluso, amado, reconocido por las calles, vitoreado en los restaurantes, aplaudido en el palco, saludado en el teatro... como un guerrero romano con su toga Picta. Se ha decidido: es el momento de dar el paso y recuperar la gloria del Real Murcia, uno de los pocos clubes españoles con derecho a portar en su nombre la mención a la realeza, gracias a que así lo autorizó el rey Alfonso XIII en 1923. Si es así, admitiríamos que su estatua estuviera en el extremo opuesto a la de Alfonso X el Sabio, pero, claro, si consigue traer al PSG a Murcia en una semifinal de la Champions.
Posdata 2. Este artículo está dedicado a los héroes que en sucesivas oleadas han resistido y resisten en la directiva conscientes de que no hay milagros, sino solo, y nada menos, que inteligencia y esfuerzo.
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