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A los jueces nos enseñan que a la legitimidad «de origen» que obtenemos por nuestro nombramiento, debemos añadir por nuestra parte una legitimidad adicional, llamada «de ejercicio»: la que alcanza cada juez desempeñando con excelencia su cargo y generando entre quienes nos ven actuar la creencia generalizada y la constatación pública de que cumplimos correcta y útilmente nuestras funciones constitucionales.

María Poza Cisneros –María– alcanzó, como solo unos pocos logran, los máximos niveles de legitimidad de ejercicio a los que puede aspirar un juez. Todos los que la conocimos supimos siempre de su enorme talla jurídica, de su buen criterio, de su rabiosa independencia, de su vocación –tan temprana como inquebrantable– por la judicatura, de su capacidad inagotable de trabajo, de su indomable carácter y de su tan compacta como atractiva personalidad. Escucharla argumentar y leer sus sentencias ha sido una inagotable fuente de inspiración, sabiduría y cordura.

Hace ya casi treinta y cinco años, cuando la conocí preparando juntos las oposiciones a judicatura, asistí atónito a una brillantez intelectual y una capacidad de trabajo que la llevaron, como ya todos intuíamos, a obtener el número uno de nuestra promoción. Se inició entonces –corría el año 1989- una fructífera carrera judicial en los juzgados de Mula, Algeciras, Cartagena y Murcia, intercalando períodos en los sirvió como letrada en el Consejo General del Poder Judicial y, finalmente desde 2013, como asistente del miembro nacional español en Eurojust, su último destino. En todos ellos, su huella y su recuerdo son imborrables. Como lo son en el corazón y en la memoria de todos los que tuvimos la suerte y el honor de compartir sus días en esta vida.

Tenía su plaza reservada en la Sección Segunda de nuestra Audiencia Provincial, un lugar al que todos esperábamos que un día volviera antes de que, con ocasión de su actual destino en La Haya, el mundo se diera cuenta de su monumental estatura jurídica. Perdí las esperanzas cuando, hace unos meses, me informaron de que iba a ser la candidata española para una plaza de magistrada en la Corte Penal Internacional. Ahora, la muerte nos la ha robado a todos. Definitivamente.

Me acuerdo emocionado de su familia, a la que María describió hace unos años, en las breves palabras que pronunció en el acto de su toma de posesión como magistrada de nuestra Audiencia Provincial, como tan pequeña que cabe en un solo banco de esta sala de audiencias, pero a la que tanto debía, de la que tanto había aprendido y –doy fe– tanto quería y admiraba.

A su padre, su madre, su hermana y su hermano les trasmito el abrazo de toda la familia judicial, el de todos los que servimos en la Administración de Justicia murciana y el de toda la comunidad jurídica regional.

Y a ti, María, me despido como siempre lo hacíamos, deseándote, ahora más que nunca, que la Fuerza te acompañe. Y como te dije en el último mensaje que cruzamos hace unas semanas... no tengas miedo, 'you'll never walk alone'.

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