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No es nada lo que queda del año; como para decir que ya veremos, que el tiempo pasa muy rápido, que hay tantas cosas que hacer que los propósitos quedan en un quizás, quizás, quizás... Porque, ¿quién no intenta por lo menos seguir el dicho ... de 'año nuevo, vida nueva'? No hay nada como un cambio de guarismo en el almanaque para sustituir aquello que no nos ha gustado y mantener lo que merezca la pena mantener. ¡La de propósitos que se hacen por estas fechas, con la esperanza de que, de una vez por todas, se puedan cumplir!
Estamos hablando de cosas inmateriales, cuestiones más del espíritu que del cuerpo, de intentos de mejorar, por supuesto. No conozco a nadie que, a primeros de año, diga: y ahora voy a ser de una vez el canalla que siempre he deseado ser y las circunstancias no me han dejado. Seguramente los habrá, pero ni siquiera en las páginas de una novela me he encontrado con ellos. Lo normal es manifestar deseos de mejora. Un suponer: quienes se ven atenazados por algún vicio doméstico, como por ejemplo, fumar o beber de más, no hay mejor momento que este para decir, ya está bien, no paso de los dos cigarrillos al día, o de los dos gintonic por la tarde. Eso es un buen propósito. Son cosas factibles: no van contra nada ni contra nadie.
Pero cuidado con las promesas, por muy personales e íntimas que sean. Se incumplen con la misma rapidez que haces votos de llevarlas a cabo. El gran Jorge Luis Borges decía que «los hombres pueden prometer, porque en la promesa hay algo inmortal». Y yo añadiría, y de personal; de tan personal que, si no lo compartes con nadie, ¿quién se va a enterar de lo prometido? Porque repitamos que esos deseos de cambio a los que aludimos ahora son realmente materiales, factibles, viables, elementos que solo el desánimo puede jugar en su contra. Porque si fueran etéreos, las cosas se complican. Es distinto decir este año voy a dejar de fumar que decir este año voy a enamorarme de esa vecina o vecino tan elegante que ni sé cómo se llama. Esos son otros López. Ahí, el campo de la especulación crece de manera desmedida. Los poetas han dado rienda suelta a sus musas de tópica manera. El cantautor Melendi es capaz de decir: «Yo te prometo una luna desnuda / que sea testigo de nuestra locura». Las promesas de amor, ¿quién no las ha hecho y quién no las ha vulnerado por vaya usted a saber qué motivos?
Pero no nos salgamos del guion. Estamos hablando de la simple cuestión de pensar que el nuevo año nos puede llevar a mejorar nuestras conductas, a dejar de decir tonterías sobre cosas que no entendemos, a intentar colaborar en cuestiones tan simples como molestarnos en separar basuras, no tirar colillas en la calle, limpiar los restos que dejen nuestras mascotas en las esquinas, dejar de repetir mentiras que sabemos que lo son pero que nos gustaría que no lo fuera, intentar no hablar a voz en grito ni por la calle ni en los bares aunque sean terrazas, no atropellar al personal por la calle cuando contestamos un WhatsApp que se nos antoja urgente (pero que no lo es), hacer las colas en ambulatorios y colmados como Dios manda, meter entre nuestros hábitos acudir a prácticas culturales (¡hay tanta gente, incluso de estudios superiores, que todavía no han pisado un teatro o auditorio para gozar de la emoción de un verso o de una sinfonía!), leer un libro aunque sea uno al año, intentar perseverar (como usted, amable lector, está haciendo ahora mismo) en la lectura de la prensa escrita, uno de los grandes descubrimientos de la cultura contemporánea, que se mantiene más allá de lo que creemos en los países más civilizados, no enfadarnos demasiado cuando nuestro equipo no gana echándole la culpa al árbitro de lo que no la tiene, en una palabra, aspirar al mundo mejor que todos deseamos.
Lo que debería ser el pan nuestro de cada día, es preciso reconocer que, en estos días de inauguración de un período tan rotundo como el principio de año, cobra enorme protagonismo. Dejemos para otro momento el materialista 'carpe diem' (aprovecha el presente) por el mucho más pragmático 'tempus fugit', es decir, sí, que tienes tiempo, pero cuidado que este pasa más rápido de lo que te imaginas.
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