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Como esta tarde comienza el Mundial de fútbol imagino que ya han leído unos 50 artículos en prensa deportiva, nacional y local sobre Qatar. El ... relato en todos es esencialmente el mismo: país árabe ultraconservador en el que no se respetan los derechos humanos y que ha comprado con petrodólares corruptos no solo la celebración de este evento, sino también toda la campaña de marketing que está por venir.
En la pedrea de reparto de dinero a mí no me ha caído nada porque no soy nadie lo suficientemente relevante como para que mi opinión tenga un precio, pero dentro de mi anonimato sí soy alguien que ha ido a Qatar por trabajo en una ocasión y ha vuelto otra por ocio después. No quiero hablarles ni de geopolítica ni de datos, simplemente me voy a limitar a relatarles mi experiencia en el país por si, de casualidad, les sirviera para tener una opinión un poco más completa al respecto del tema en el que obligatoriamente tienen que saber qué decir, porque si los violadores dejan de salir de prisión después de la chapuza del 'sí es sí' seguramente el Mundial de fútbol copará todas las conversaciones hasta Navidad.
La primera vez que estuve en el país fui por trabajo a la convención mundial de aviación, que organizaba Qatar Airways. Estuve una semana en un ciclo de conferencias interesantísimo en contenido, y también descubrí el país de la mano de varios locales que la organización dispuso para tal fin. Volé de Londres a Doha con una piloto mujer, que no era la comandante pero sí sería su segunda o tercera a bordo. La primera conferencia de la convención a la que acudí la estaba dando la vicepresidenta de la compañía, una mujer qatarí que llevaba velo, sí, además de unos tacones de Loubutin de no menos de 10.000€ y tenía un conocimiento y formación en el área financiera de la compañía que empero la hacía cobrar un salario mayor que el PIB anual de Tailandia. Cuando nos hicieron un 'tour' por el Museo Nacional de Qatar la guía era una mujer qatarí sin velo, las cocineras de los mejores restaurantes también y en la calle había de todo: desde chicas que podrían estar en la plaza de Santo Domingo tomando un granizado sin desentonar en su estética hasta mujeres con un burka completo en el que no se veían ni los ojos. En nuestra visita a la Universidad, en la biblioteca la mayor parte de estudiantes eran mujeres, y sí: muchas de ellas con burka y otras tantas de manga corta y el pelo suelto y largo (algo que, por ejemplo, en Irán las llevaría a prisión).
Mi experiencia en un viaje de trabajo, en lo que a feminismo se refiere, es que empoderar a las mujeres con puestos de responsabilidad probablemente sea un escaparate social para transmitir una imagen de modernidad que hace unos años no era tal, pero la pura verdad es que, insisto que en mi vivencia de aquel viaje, coincidí con mujeres qataríes líderes de empresas, emprendedoras, disfrutando del ocio y sin que ningún varón ni ministra de Igualdad les tuviera que dar su aprobación para absolutamente nada.
Cuando volví el año pasado de turismo con mis padres, ya sin ninguna organización que guiara nuestros pasos, nuestra experiencia fue idéntica: íbamos vestidos de occidentales, con la misma ropa que llevamos en Murcia, viendo a mujeres de todo el mundo (árabe y occidental) en puestos directivos en los hoteles y museos y disfrutamos de un país que estéticamente tiene rascacielos que parecen sacados de una película futurista del siglo XXIII, pero en el que puedes ir a las tres de la mañana solo por la calle más peligrosa sin que nadie te diga ni media palabra. Prueben a hacer esto en Barcelona a ver qué tal.
Entiendo que puede ser chocante leer esto teniendo en cuenta el relato que llevan escuchando desde hace meses sobre un país supuestamente cerrado, que maltrata a las mujeres y que poco más o menos es el tercer mundo con oro del petróleo (por cierto, lo que ellos tienen es gas). Pero mi experiencia real, no la que cuentan en Twitter sino la que he vivido en dos ocasiones en años distintos, es que para lo que hay en Oriente Medio, ojalá todos los países aliados y financiadores de la izquierda se parecieran una micra a Qatar.
En fin, que distan mucho de ser perfectos, pero entre su imperfección y la de los ayatolás de Podemos me quedo con el emir. Al menos en Doha no me matan por enseñar el pelo.
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