A propósito de las obras en la vieja Prisión Provincial
LA TRIBUNA DEL CRONISTA ·
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LA TRIBUNA DEL CRONISTA ·
Se concluyó en 1927, pero se inauguró el 26 de mayo de 1929, bendecida por el obispo Vicente Alonso y SalgadoLas obras de reconversión en la vieja Prisión Provincial, que ha despertado recelos en algún sector de la sociedad cuando la piqueta ha comenzado a actuar, afectan a un edificio largamente ansiado por la sociedad murciana de finales del S. XIX y comienzos del XX, compadecida del tipo de vida que llevaban en su interior los reclusos internos en la vieja y desaparecida prisión que se ubicaba en la calle Vara de Rey, ruinosa desde 1883 y en funciones como tal desde veinte años antes.
El diario 'El Liberal', dirigido entonces por Pedro Jara Carrillo, se convirtió en la voz autorizada de la sociedad capitalina a la hora de reivindicar aquella necesidad asistencial. Fueron varios los editoriales y las llamadas de atención a las autoridades locales y provinciales, entre ellas las acaloradas de 'El Chico del Almudí' (pseudónimo del exalcalde Hernán de la Cruz García Muñoz), el 13 y el 21 de enero de 1920, la segunda de ellas con el título 'Hágase el milagro'.
Ya en 1904 'El Liberal' propuso la construcción de una nueva prisión, afirmando que el Ayuntamiento disponía de planos y presupuesto para construirla, pues había adquirido terrenos para ello al norte de la ciudad, en la zona conocida como Torre de la Marquesa (la marquesa de Salinas), siendo alcalde Gaspar de la Peña Rodríguez.
En enero de 1920, el presidente de la Diputación Provincial, Agustín Escribano (ilustre abogado capitalino), afirmaba haberse firmado la escritura de compra de las tierras donde se proyectaba construir la nueva cárcel, por la cantidad de 23.500 pesetas, a lo que había contribuido con 5.000 pesetas el senador vitalicio murciano Ángel Guirao.
Por Decreto de 18 de octubre de 1922, las prisiones provinciales pasaron a depender del Ministerio de Gracia y Justicia, decidiéndose por este organismo construir un edificio de nueva planta, en el lugar que en su día adquirió la Diputación, y no adaptar como cárcel el edificio conocido como Torre de la Marquesa, como en principio se había pensado.
Al nuevo inmueble, construido en plena huerta, en un peculiar estilo ecléctico con sabor mudéjar, del que quedan otros inmuebles en la capital como la antigua fábrica de harinas La Innovadora y el Seminario Menor, cuyo autor desconozco, se llegaba por el conocido entonces por todos Portillo de San Antonio. Tenía capacidad para cuatrocientos reclusos y paulatinamente se fue integrando en el conjunto urbano, lo que se logró en las décadas de los 60 y 70, al producirse el ensanche de la ciudad por el norte de la misma. Se concluyó en 1927, pero se inauguró el domingo 26 de mayo de 1929. Fue bendecido por el obispo diocesano Vicente Alonso y Salgado, y comenzó a funcionar el 8 de junio siguiente.
Tras medio siglo de funcionamiento, la vieja Prisión Provincial dejó de cumplir su misión en 1980, al inaugurarse el nuevo inmueble que la sustituyó, en la pedanía de Sangonera la Verde. Fue entonces cuando comenzaron las especulaciones sobre el futuro del edificio, en lugar tan privilegiado de la ciudad, proyectos que no cuajaron por muy diversas razones, mientras su deterioro iba en progresivo aumento, hasta lo que nuestra generación ha podido contemplar en los últimos años.
De la vieja Prisión Provincial, ahora en obras de reconversión para convertir el inmueble en un centro multiusos, se ocuparon en su día Francisco J. Medina y José Antonio Marín Mateos.
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