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Profetas a posteriori

No deja de alterarme la abundancia de falsos profetas que desde tribunas y púlpitos laicos aventuran soluciones para lo ya sucedido

Lunes, 4 de mayo 2020, 02:40

Confieso ser de ánimo tranquilo, convencido de que lo que tenga que venir vendrá, querámoslo o no, y puesto que no sabemos de qué se trata, es inútil preocuparse innecesariamente, airarse sin motivo o darle pábulo al miedo ante lo desconocido. Eso no quiere decir que frente a las realidades perniciosas circundantes o las que se prevén en el inmediato futuro no me esfuerce en poner remedios y urdir estrategias de lucha a mi alcance para enfrentarme a ellas. Sin embargo, no deja de alterarme la abundancia de falsos profetas que desde tribunas y púlpitos laicos aventuran soluciones para lo ya sucedido, en lugar de haberlas predicho antes de que ocurrieran. Profetas a posteriori, como también políticos y economistas de la misma cuerda (como pudimos comprobar con la crisis de 2008, que casi nadie vio venir).

He oído en la radio que el Estado se equivocó al no seguir el modelo sueco e incluso el alemán de prevención epidemiológica. Ahora va a resultar que Ángela Merkel es la heroína de los tiempos modernos. Estos augures de pacotilla quizá desconozcan que en Suecia se practicó la eugenesia hasta 1996, votada por el Parlamento y avalada por el Instituto de Biología racial de la Universidad de Uppsala. Con el fin de «preservar la pureza de la raza nórdica» se esterilizó a miles de mujeres con desarreglos mentales y enfermedades hereditarias, así como a gitanos y lapones. No, los suecos juegan en otra división y no son un modelo que seguir.

Contra el 'a buenas horas, mangas verdes', 'la cólera del español sentado' o los dichos taurinos 'actuar a toro pasado' y 'ver los toros desde la barrera', que explicarían estas actitudes alarmistas y cobardes, pues introducen dudas cuando cumple arrimar el hombro, propongo el españolísimo 'a Dios rogando y con el mazo dando', que es lo que están haciendo las instituciones estatales (prevenir, curar, y ocuparse de los tremendos efectos de la economía en los más débiles). Asimismo, la frase consoladora de estos días: 'También esto pasará', título de un emotivo libro de memorias escrito por Milena Busquets.

Estos augures de pacotilla quizá desconozcan que en Suecia se practicó la eugenesia hasta 1996, votada por el Parlamento

Los países nórdicos, impregnados por el utilitarismo calvinista, no son idóneos para dar lecciones éticas. He leído estos días, de tantas y tan provechosas lecturas, la experiencia de un prohombre que desde los Países Bajos, al notar síntomas de la enfermedad, atravesó Francia y llegó a España para curarse. Dejando aparte la irresponsable acción, quiero centrarme en sus alegaciones: que en Holanda, cuando llega la edad provecta, no sé si verdad o bulo, el Estado decide sobre tu vida porque entiende que este asunto tiene que ver más con la economía y la productividad que con el respeto a la vida humana, y los mayores no producen, consumen recursos estatales y ocupan camas en los hospitales públicos. La sociedad los exprime y cuando ya no dan más de sí se deshace de ellos. Digo esto estando convencido también de que cada uno debería poder elegir cómo quiere que sean sus últimos momentos sin que morales adquiridas o intereses sociales intervengan en una decisión que es íntima y debe carecer de interferencias.

En cuanto a la pandemia, sin desmerecer la inmensa labor de empleados de tiendas y supermercados y la de los transportistas que los aprovisionan, sigo echando en falta el agradecimiento de ministros comparecientes a quienes siembran, recolectan y proporcionan la carne y el pescado que compramos en las tiendas. Frutas y verduras no crecen en los envases ni las fabrican las grandes superficies, como tampoco el pescado y la carne. ¿Se trata quizá de que la mayoría de quienes plantan y recolectan son inmigrantes y no se quiere tener una deuda de gratitud con ellos, porque se piensa que solo sirven para realizar los trabajos duros que nosotros rechazamos? Estos días no solo nos tapamos la boca y la nariz, también en muchos casos nos tapamos los ojos.

Entre el centón de noticias, tuits y patrañas he leído una definición atinadísima: 'Solidaridad no es regalar lo que nos sobra sino compartir lo que se tiene', tan cercana al concepto cristiano de partir la propia capa con el desnudo y que se resume en la idea de la fraternidad.

Y como todo no van a ser augurios funestos, junto a la diaria relación de fallecimientos, contagios y recuperados llegan noticias sobre personas anónimas que se ofrecen voluntarias para repartir comida, atender a ancianos e impedidos, llevar en taxi a gente a los hospitales y fabricar prendas protectoras; empresarios que dejan de producir muebles, bebidas, perfumes en sus fábricas y negocios, convirtiéndolas en industrias de productos contra la plaga. Solidaridad amparada en el valor de la filantropía, que predica el amor a los demás. A veces, pesimistas esenciales como yo encontramos razones para pensar que no todo está perdido.

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