La procesión va por dentro
VERITAS VINCIT ·
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VERITAS VINCIT ·
El dramatismo de la Pasión se encarna hogaño en las imágenes, en las cruces o en los cirios que portan los penitentesLo que hace más de sesenta años no pudo un grupo de sacerdotes progres, suspender nuestras procesiones, lo ha conseguido este infame e invisible enemigo que es el maldito coronavirus.
Tras tomar posesión de la Diócesis de Cartagena D. Ramón Sanahuja y Marcé, hombre sencillo, descendiente de payeses de la Girona profunda, fue abordado por unos clérigos en demanda de un edicto prohibiendo las procesiones murcianas por cuanto las consideraban faltas del necesario recogimiento: aquellos desfiles, en vez de mover al recogimiento y la oración, con el reparto generoso de caramelos, habas, monas y huevos, de tal manera que en vez de mover a la meditación y la oración, incitaban al jolgorio y la molicie de los buenos fieles. El obispo pidió cariñosamente a sus prelados un tiempo para meditar. A los pocos días les dio cita, y una vez los tuvo cerca, les preguntó: «Queridos sacerdotes, ¿creéis que esos hombres a los que os referís, nazarenos, mayordomos, estantes, durante un momento pensarán en ese trozo de Pasión, en esa Virgen, en ese Nazareno o en ese Crucificado que llevan sobre el hombro o acompañan?». «Es posible que sí», contestaron algunos de ellos. «Pues por ese momento –intervino de nuevo el obispo–, debemos permitir y alentar que siga habiendo procesiones».
Este año, las calles estarán vacías; los tronos, en sus Iglesias; los nazarenos, en sus casas; los caramelos, en las confiterías; las lágrimas a flor de piel y los tambores y las marchas procesionales solo se oirán desde las ventanas de los confinados, y en el corazón de los murcianos.
¿Cuál fue el origen de nuestros desfiles penitenciales?
La Cofradía de los Ciegos fue, con la del Pecado Mortal, las pioneras de aquella Murcia de antaño. La primera tenía la sede en la Iglesia de San Pedro. Las reuniones de los cofrades eran presididas por el párroco, el único con vista, y a la entrada se les retiraban los garrotes que se devolvían a la salida. Allí ensayaban y presentaban sus cantares.
La del Pecado Mortal llega a Murcia de la mano del cardenal Belluga y tuvo una gran aceptación: dos hermanos cofrades pedían limosna y recordaban a los vecinos lo terrible del pecado, la proximidad de la muerte, y la necesidad de hacer penitencia
Fundada en 1400 y demolida en 1840, hubo en Murcia una ermita de Santa Quiteria. De ella y de San Ginés salían las penitencias públicas. Abría camino la Cruz, detrás los encenizados, luego los de las cruces, encorvados bajo los maderos que sujetaban sus manos cruzadas de las que cuelga el rosario cuyas cuentas pasaban rezando silenciosos. Marchan luego los de extraordinarias penitencias, andando sobre las rodillas, cogidos los pies en unos grilletes, llevando sogas al cuello, arrastrando cadenas, incluso hubo una vez un penitente que cargó con un muerto
Nada de esto subsiste ya, no hay penitencias públicas, ni encenizados, ni cadenas, ni sogas al cuello. El dramatismo de la Pasión se encarna hogaño en las imágenes, en las cruces o en los cirios que portan los penitentes, en las burlas y en los tambores sordos que quieren representar a la plebe infamante, pero hay un contrapunto de flor, música, luz, caramelos –los más típicos los llamados de pastilla, que deben decorar su envoltura con un verso apropiado– que aminoran el dolor, pero no la fe ni el recuerdo de la Pasión y muerte de Jesús.
Dejemos para un sesudo debate si el origen de portar y dar caramelos se remonta a la antigua costumbre de la penitencia en el reparo o si los huertanos se proveían de tan dulce medicina para paliar los efectos del tremendo esfuerzo de cargar, y, dada la proverbial generosidad del murciano, no dudaban en obsequiar a propios y extraños con la golosina.
Estantes, caballeros portapasos, mayordomos y nazarenos, los unos cargando, los otros rigiendo, estos desfilando; enaguas, medias de repizco, calzados con esparteñas sandalias o descalzos, cirio o cruz, túnica corta o larga, mochos, capuces afilados o romos, pero todos contribuyendo al esplendor de nuestros desfiles pasionales. Ahora están, como nosotros, confinados. Pero seguro que durante toda esta Semana de Pasión encontrarán un ratico para rezar y pedir al que todo lo puede, y a su bendita Madre, que no nos dejen y que cuando esto acabe nos podamos reunir, celebrar la victoria sobre el maldito virus y juntos aprender a disfrutar de un mundo mejor.
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