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Dice John Waters que ser rico es la libertad de comprar cualquier libro sin mirar el precio. Es verdad que también podría decirlo por la ropa. Por la de Comme des Garçons, la de Rei Kawakubo, que tanto le gusta (aunque a la vejez sea modelo de Saint Laurent). Hay cosas pequeñas con las que sentirse rico o privilegiado. Cualquier cosa que te evite una cola, que te evite perder el tiempo que ya te encargas tú de perder a tu gusto. Esas colas larguísimas de los profesores y personal escolar de Madrid que el miércoles esperaban para hacerse el test serológico del coronavirus. Frente a eso, que la familia te diga: «Aquí no vengas sin una prueba de que no tienes Covid-19». Y vas a un laboratorio cerca de tu casa, te atienden enseguida, te dejas meter el palito por la nariz, estornudas al salir, pagas 130 euros y a otra cosa. No sé, otro día me compro 'Philip Johnson. Una biografía visual' (Phaidon), de Ian Volner, que son 125 euros. Pero cae.
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