El Mar Menor en persona
PRIMERO DE DERECHO ·
Quizá hasta podría convertirse la laguna en un parque natural, lo que sí tendría efectos jurídicos reales y una verdadera protecciónSecciones
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PRIMERO DE DERECHO ·
Quizá hasta podría convertirse la laguna en un parque natural, lo que sí tendría efectos jurídicos reales y una verdadera protecciónNo tengo ninguna duda respecto a la honda preocupación por la laguna de los promotores de la iniciativa que acaba de llegar al Congreso, ni ... tampoco de su profundo compromiso en su defensa. Me parece heroico que hayan podido conseguir cientos de miles de firmas para apoyar una causa noble y desesperadamente necesitada de defensa. Y también han conseguido que se mire hacia el Mar Menor. Sin embargo, el cómo conseguir aquello que se desea es algo mucho más complicado de comprender, de firmar y conseguir.
¿Quiere usted que acaben las guerras en el mundo? Firme aquí. ¿Quiere usted que el Mar Menor se respete, regenere y cuide? Firme acá. Todos podríamos suscribirlo. Por desgracia, la voluntad, por sí sola, tiene pocos efectos fuera de uno mismo. Tampoco en lo jurídico. Podemos desear muy fuerte que termine la Guerra en Ucrania y, sin embargo, cabe la posibilidad de que Putin no se llegue a ver afectado por nuestra bondad. Asimismo, podría no ser bastante el compromiso y unidad de cientos de miles de personas en la defensa del Mar Menor, para que se le proteja de verdad.
Honestamente, creo que la mayoría de los firmantes deseaba un futuro mejor para la laguna, sin que la mayoría entendiera realmente cuál era su contenido en realidad. El núcleo de la propuesta, otorgar 'personalidad jurídica' al Mar Menor, es ciertamente una iniciativa pionera en Europa. Pero, precisamente el que nadie más utilice un recurso gratuito y disponible para todos obliga a plantearse el porqué de nuestra originalidad. No cabe descartar que vayamos a descubrir nosotros una solución maravillosa, inédita en nuestro entorno. No en vano, ya inventamos en España la fregona. Sin embargo, también podría ocurrir que estemos nosotros equivocados y que el precedente, en las antípodas, de la personalidad del sagrado Río Whanganui, en Nueva Zelanda, no sea el mejor camino a seguir.
Quien no conoce el Derecho puede creer que 'tener derechos' es lo mismo que 'tener protección', pero cabe también protección sin derechos. Con el Código Penal actual, por ejemplo, dañar el Faro de Cabo de Palos podría acarrear tres años de prisión. Y no es que el Faro tenga derecho a su integridad física, sino que sobre él se prevé una protección jurídica. Hasta los animales, recientemente diferenciados de las meras cosas en el Código Civil, han visto ampliada su protección, sin ser titulares de derechos. Y no es por mero antropocentrismo, sino por la estructura básica de los derechos y la personalidad jurídica: se otorgan derechos no solo para proteger, sino como consecuencia de la libertad de su titular, quien puede 'administrarlos', decidir sobre ellos y ejercerlos –o no–.
El Mar Menor no puede quejarse. Ni comunicar sus decisiones. Ni decidir. Por eso, si se le dota de una personalidad, se creará un órgano que 'representará' una voluntad que, en realidad, no existe. Otro órgano más. Ya existe el Consejo del Mar Menor; el Comité de Asesoramiento Científico del Mar menor; la Comisión Interdepartamental del Mar Menor, y la Comisión interadministrativa para el Mar Menor (además de los ayuntamientos, Comunidad y Estado, aunque algunos hagan como que no va con ellos el asunto). No veo cómo la nueva Comisión Tutora va a ser distinta, cómo va a ser mejor. Ni tampoco las nuevas comisiones de Seguimiento y Científica que la ILP prevé. Serán, como fueron y como son, políticos y personas 'independientes' designadas por políticos.
Frente a un 'salvemos el Mar Menor', sin necesidad de esfuerzos concretos que nadie tenga que asumir, quién se iba a negar. Cuanto menos contenido efectivo implique, mayores serán los apoyos políticos. Y es difícil que la iniciativa pueda tener un contenido jurídico menor. Si el único coste es destruir las bases fundamentales que otorgan estabilidad al sistema jurídico como instrumento, no tienen ni que pensárselo, no cuesta votos y levanta simpatías. Todos a favor.
Hace falta proteger el Mar Menor si se quiere tener una oportunidad de salvarlo. Y eso implica un precio. Prohibiciones específicas, partidas presupuestarias concretas. Constatada la irredenta irresponsabilidad de nuestras administraciones, podría ser útil ampliar la legitimación para defender en los tribunales los intereses ecológicos en juego, para lo que no hace falta personalizar al mar. O quizá hasta podría convertirse la laguna en un parque natural, lo que sí tendría efectos jurídicos reales y una verdadera protección, con peajes asimismo inevitables –en la agricultura y el turismo–. En eso consiste luchar para defender algo: en estar dispuesto a asumir sacrificios. Las buenas intenciones nunca han sido suficiente.
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