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Entre las pocas cosas en las que podemos estar de acuerdo, es en que el odio no es bueno. Distinto es qué se considere odio, ... o que cada cual pueda acabar entendiendo que, en una confrontación, la oposición de los contrarios sea odio hacia la posición propia. La maldita complejidad de la realidad que, una vez más, hace imposible el acuerdo unánime. En todo caso, el mundo no puede funcionar necesitando unanimidades y, por eso, un acuerdo mayoritario suele ser suficiente. Lo es, por ejemplo, para aprobar qué se tipifica como delito -y enviar a la cárcel a quien lo cometa-. O hasta para cambiar la Constitución y llegar a decidir, mayoritariamente, conformarnos como antropófagos en un nuevo menú social.

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