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Tal y como están las cosas, a poco que uno se descuide y estornude hacia la derecha, es un facha. O, si a alguien se ... le ocurre no quejarse lo suficiente por tener que pagar impuestos, rojo bolivariano. Por eso, cuando se utilizan apelativos como 'nazi', uno ya no sabe a qué atenerse. Podría ser alguien antisemita o, en estos tiempos, prosemita también. De hecho, si quisiera hacer una lista completa de todos los políticos llamados nazis por otros políticos, no me cabría aquí.
Entre muchos otros ejemplos, Guillermo Díaz, de Cs, fue llamado nazi por un candidato de Junts; Torra, de Junts, fue llamado nazi por Lamban, del PSOE; y Pedro Sánchez, para Vox, «es como el Führer», que creo que ese era nazi también. A los de Vox, casi todos les llaman nazis; y hasta Celia Villalobos, del PP, llamó nazi a Franco, que probablemente fuera más franquista que nazi (aunque sólo sea por aquello de que Franquito es un cuquito que va a lo suyito, que decía su compi Sanjurjo).
En suma, parece que ser nazi ya no es para tanto. El propio ministro Óscar Puente, justo después de reconocer que llamar a un periodista «saco de mierda» había sido un «exceso verbal», rebajó el tono para sólo decir seguidamente del mismo periodista que «es un nazi, directamente».
El problema es que sí hay nazis de verdad. O, más bien, quienes querrían serlo, hoy. Personas, como el concreto nazi del que voy a hablar, que, en sus redes sociales, con decenas de miles de seguidores, no sólo utilizan efemérides del nazismo para exaltarlo, sino directamente proclamas y frases de discursos de Hitler o sus ministros. Que se tatúan motivos o dirigentes del III Reich. Que cantan –hay nazis cantarines– «aplastar su democracia», «al frente de los patriotas, contra su democracia, somos más fuertes y sedientos de venganza». Vamos, que no se esconden (tampoco creo que tuvieran que hacerlo).
Para oficializarlo, fue condenado por el Tribunal Supremo por «expresiones supremacistas de desprecio contra individuos de determinados grupos».
Celebrar en sus redes la muerte de menores inmigrantes, o asesinatos masivos, solo es un complemento inevitable para este tipo de perfil.
Pues bien, ocurrió hace justo un mes, que este tal nazi, en mitad de la actuación de un cómico (murciano, mas poco importa eso) le pegó, le arrinconó y, sobre todo –pues esa es la verdadera esencia del fascismo, más aún que la propia violencia–, le mantuvo humillado y aterrorizado hasta marcharse. Todo ello siendo grabado y colgado casi al instante en sus redes sociales.
La causa era que, días antes, cuando el nazi publicó en redes sociales su intención de evitar el adoctrinamiento de su hijo de tres meses, para que no saliera rojo o marica, el cómico le contestó, en las mismas redes: «Nada ni nadie podrá evitar la posibilidad de que sea gay, y de mayor se harte de mamar polla de negro. Y de negro obrero, nada de futbolistas».
Tras planificarlo, amenazarlo y anunciarlo en redes con días de antelación, el nazi fue a por el cómico y le calzó en directo.
Podrá no hacer ninguna gracia el cómico o, directamente, pensar que su comentario fue propio de las cloacas de las redes sociales. Sin embargo, lo que se ha generalizado, incluso en los medios de comunicación más generalistas, es el apoyo, directo o cómplice, al papá nazi. Un Padre, con mayúsculas, ha protegido a hostia limpia de la infamia a su bebé indefenso.
Se ha generalizado también que el cómico hizo comentarios sexuales o pedófilos. Una tercera corriente culpa al tonto del cómico por meterse con un nazi, como si lo hubiera hecho con un islamista, pues son tipos peligrosos. Hay que reírse sólo de la gente pacífica.
Que un nazi no sepa leer, se entiende, es hasta coherente. Pero del resto, uno esperaría un poco más. Porque, aunque a algunos les sorprenda, un bebé «de mayor», ya no será un bebé. Si alguien se imagina a un bebé teniendo sexo dentro de veinte años como si aún fuera un bebé, es esa persona quien tiene un problema grave.
Con todo, que nos alegremos o justifiquemos que se utilice no ya la violencia, sino el terror como herramienta, es más idiota aún. Porque los que aterrorizan, sean terroristas, islamistas, nazis o sionistas, nunca lo harán solo con el cómico estrafalario.
Empezarán por ahí. Seguirán, cuando y cuanto puedan. Hasta arrodillar bajo el miedo a quienes ahora ensalzan, justifican o disculpan la agresión. Entonces, todos los bebés, cuando crezcan, sí serán como los nazis decidan, o fingirán serlo bajo el terror.
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