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Feliz Navidad a todos. Espero que estén disfrutando de unas buenas fiestas, viviendo hoy el recuerdo de las que acaban de celebrarse junto con la ... anticipación de las que vienen. Por supuesto, les deseo también copiosos y acertados regalos. Aunque, bien lo sabrán, no siempre es fácil acertar. En los casos en los que alguien no pudiera permitirse algo que le sea necesario, el regalo es evidente, y será el mejor de todos. Pero se hace también menos disociable de la donación. En el resto de supuestos, soy de la opinión de que lo óptimo es regalar aquello que se desea pero no se necesita, aquella cosa que uno querría tener, pero no termina de adquirir por sí mismo. Así no es sólo un objeto, sino la participación en un capricho a través de la concesión de una gracia. Un acto semimágico, en el que el mago, monarca o republicano, hace realidad un deseo pedido o, mejor aún, adivinado.
Quizá sea porque desde niños disfrutamos de este pensamiento mágico, que nunca acabemos de deshacernos de él. La creencia en que algún tipo de magia benévola, o al menos sabia, puede dar solución a algo que nosotros no sepamos o podamos conseguir. Es esa esperanza mágica la que impulsa a comprar un boleto de lotería, aunque se haya escuchado en docenas de ocasiones, y experimentado en muchas más, que la realidad apunta a lo inútil del acto. También la que, ya sea votando, renegando o defendiendo a los que están, o a los que estarán, nos hace pensar que podrán hacer con leyes un mundo mejor.
No estoy yo muy convencido de que un Gobierno democrático, por sí solo, sin la complicidad o impulso de la sociedad, pueda cambiar mucho. Pero, incluso cuando lo hace, rara vez puede conseguirlo con la Ley. Dinero invertido, elección de prioridades y construcción de consignas que la ciudadanía pueda creer y apoyar, son palancas del cambio. Las leyes, en cambio, son una herramienta mucho más humilde. Generalmente, poco pueden cambiar, aspirando, si al menos son honestas, a ordenar realidades que las preexisten. Sin embargo, muchos siguen esperando que nuevas leyes puedan arreglar problemas inextricables, y lo hacen desde una genuina y mágica esperanza en el regalo de algo mejor.
Frente a la ocupación, se reclama, y periódicamente se propone, una ley mejor que acabe con el problema. Pero el problema no es la Ley, sino que, como no podemos confiar en que la policía sea capaz de saber si un ocupa es un ocupa, o un legítimo poseedor (que puede falsificar un contrato, por ejemplo) tiene que llegar a un juez que lo decida. Y como cada vez hay menos jueces, tardará más y más en revisarlo. Frente a la inmigración, se espera una ley que haga que vengan sólo los regulares, legales y disciplinados trabajadores que se necesiten. Pero ninguna ley puede cambiar ni las contrataciones en negro que siguen llamando mano de obra, ni la realidad de los que vienen en barcas por la mar. Así que o se regula qué pasa cuando estén aquí –y ni siquiera puedan devolverse a sus países de origen en muchos casos– o la magia no va a hacer que desaparezcan (salvo que alguien pida en Navidad hundirlos a cañonazos). También todos claman por una mejor ley de educación, o de muchos otros ámbitos cuando no saben ni qué es eso, ni cómo conseguirlo.
En suma, ni hay que comprar ni regalar mascotas; ni tampoco leyes. Como mucho será propaganda, y de la barata, pues siempre es más fácil publicar palabras vacías, aun bajo una rúbrica de legalidad, que invertir dinero en un intento de hacer algo de verdad. Hay que aceptar que hay problemas que no se pueden erradicar, sino únicamente paliar. En otros casos, incluso, nuevas leyes sólo estorban. O excarcelan condenados en contra de la intención de quien torpemente las creó.
Las leyes no pueden ser un regalo, sino un logro. La culminación de algo que los ciudadanos hayamos conseguido ya. En esto también, como en todo lo que de verdad importa, no hay regalo o magia que pueda suplir el esfuerzo y hasta el fracaso superado de cada uno de nosotros. Sonriamos con la magia, y disfrutemos todos los regalos, pero no olvidemos, tampoco en Navidad, que lo más importante depende de nosotros. No es una carga, es una oportunidad. Regálense ilusión, metas, y empeño para seguirlas. No todas se cumplirán hoy, pero para eso, precisamente, llega un nuevo año. Disfrutémoslo intentándolo.
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