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Fotografía: Pepe H. Tipografía: Nacho Rodríguez
¡PRESIDENTE, PRESIDENTE!

¡PRESIDENTE, PRESIDENTE!

El diputado socialista Agustín Zamarrón, de 73 años, dio toda una lección de caballerosidad y buen hacer en el Congreso

Lunes, 27 de mayo 2019

Hola, no me diga usted que no se le ha pasado por la cabeza pensar lo bien que estaría, y que nos vendría a todos, que la presidencia del Congreso de los Diputados la ejerciera el diputado burgalés Agustín Zamarrón, de 73 años, cargados de sabiduría, y más conocido, la verdad es que con toda razón y con toda la barba que requiere el caso, por 'Valle-Inclán', si bien este veterano socialista, médico jubilado y lector de altos vuelos, no es manco. Ni manco, ni mucho menos intransigente, ni mucho menos maniqueo, ni mucho menos ignorante, ni mucho menos maleducado, ni mucho menos aprovechado, ni mucho menos otro 'don nadie' más llegado a la política a verlas venir; usted ya me entiende, porque estamos cansados de bocazas, mediocres, prescindibles del todo, postureos, histéricos e histéricas todos a una, tunantes, perros falderos, fracasados que se niegan a que los perdamos de vista, y Cayetana Álvarez de Toledo, toda ella finísima y creída de más, sin que esto tenga una explicación racional, y por lo visto convencida de que Manuela Carmena, a la que le encanta tratar, con ese desdén tan suyo, de abuelita, donde mejor estaría ya es en un geriátrico. No es la única, a la candidata a alcaldesa de Madrid son muchos los... ¿cómo decirlo?... ¡mendrugos!, que la critican por su edad: 75 primaveras. Ella les ha respondido con una verdad verdadera de fácil demostración: «Qué tontos sois, qué bobos sois».

Zamarrón, que tiene dos años menos que Carmena y unas formas decimonónicas que siembran a su paso cierta calma, y que no evitan que sea usuario de WhatsApp, se estrenó el pasado martes como presidente de la llamada Mesa de Edad en la sesión constitutiva de las Cortes. Qué tipo. Qué forma de dar el mejor cante en semejante lugar: lo mismo te cita a Azorín, que a Machado, que el cuento del Conde Lucanor, que te recuerda la conveniencia de no hacer leña del árbol caído. A quien no le cayera bien de inmediato, que tire la primera piedra: practica las buenas formas porque las considera importantes, y más cuando se trata de representar al pueblo español, que según él, ¡atención!, «siempre ha sido un pueblo de acogida, exquisito y de trato amigable». Piensen un momento en la cantidad de lereles que hemos enviado al Congreso, y fíjense en lo que opina el buen hombre sobre los diputados todos: «Nosotros somos las formas de la ciudadanía y el contenido son sus ilusiones, sus ambiciones, sus deseos de justicia y de progreso, y nosotros las albergamos».

Su lenguaje es de premio, y un prodigio de claridad su forma de explicar las cosas. Por ejemplo, así analiza el fracaso durante décadas de la izquierda en su propia Comunidad, Castilla y León: «No nos hemos amado lo suficiente a nosotros mismos y, por lo tanto, no hemos tenido capacidad de amar al prójimo». Él sí que apuesta por los jóvenes, a los que quiere cultos y serviciales, y sabe llamar a las cosas por su nombre más literario y certero. De Valle-Inclán, por cierto, no solo destaca la maestría con la que es capaz de reflejar esa tendencia tan nuestra al esperpento, sino el espejo que nos pone delante para que veamos la enorme importancia de la alegría, la agilidad mental y la armonía.

Para la historia quedará su comportamiento, tan exquisito como sorprendente, durante ese breve tiempo que protagonizó como todo un señor y durante el cual dijo cosas como, llegada la hora de llevar la urna hasta Pablo Echenique, de Unidas-Podemos, esta: «Dejen expedito el pasillo del tercio izquierda que tenemos que ir con la sacra urna a ver al señor Echenique». ¡Expedito, dijo!

Como también propone que lo ideal sería que regresara al Congreso de los Diputados Gracián, para que se recobrase la prudencia; se abominará en la Cámara de Monipodio, el ladrón de ladrones de 'Rinconete y Cortadillo'; y se hiciera renacer la cordura, que no lo veo yo nada claro, para buscar siempre lo más conveniente para los ciudadanos, «y eso solo se consigue mediante la deliberación y con límites, y esos límites son la razón y la Constitución». Más claro y mejor dicho, imposible, aunque también Pío García Escudero ha dicho estos días algo clarísimo, incluso innecesario: «Si todo el mundo vota al PP, ganamos de sobra». En eso, y me da igual que ustedes sean de derechas, izquierdas o médiums, tiene toda la razón.

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