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El postcoronavirus

Después del 'palo' sanitario, económico y, sobre todo, social que va a suponer esta crisis, las cosas no volverán al punto de partida

Jueves, 26 de marzo 2020, 02:11

Cuando llegamos al restaurante, Christian nos dijo que había cerrado porque habían cancelado todas las reservas de la noche y del mes. Se ve que le dimos pena, así que nos sirvió la cena a los tres, solos, con todo el restaurante para nosotros y, la verdad, nos invadió un cierto desasosiego que combatimos comentando anécdotas de la magnífica clase que acabábamos de vivir. Ana había viajado desde Valladolid para impartir una clase de Educación en Valores y Ética en los Negocios a unos treinta alumnos de los programas de Responsabilidad Social de la UCAM. Matías y yo la acompañábamos. Hasta ese preciso momento no fuimos conscientes de lo que estaba ocurriendo delante de nuestras propias narices.

Durante las doce noches con sus doce días de excepcionalidad y confinamiento que han transcurrido desde entonces he ido juntando lo aprendido en la clase de Ana con lo vivido los días posteriores.

Nos recordó Ana que en el 'Manifiesto de Davos 2020' se afirma que las empresas tienen que utilizar el poder que tienen para mejorar el estado del mundo. En España, podemos sentirnos orgullosos de muchas empresas ciudadanas, como Zara, que desde el primer momento de la pandemia se han puesto a trabajar para ayudar a nuestra primera línea de defensa: médicos, enfermeros y demás profesionales de la Sanidad. Y de tantos otros ciudadanos anónimos que han cumplido la parte que les tocaba en esta crisis.

Esta crisis nos está sirviendo para tomar medida a las personas con las que nos relacionamos. Está sacando lo mejor y lo peor del ser humano

Lo mejor fue cuando nos dijo que el comportamiento virtuoso viene de repetir hábitos, quizá por eso hay muchas personas con una clara tendencia a comportarse de una forma ética, o no. No se trata de una apelación a conocimientos teóricos, se trata de ejercer la virtud para forjar el carácter. Si tenemos por costumbre practicar la justicia seremos justos, si somos personas que tendemos a mentir seremos mentirosos. Son los hábitos los que describen a la persona, no su actuación puntual en un momento. Y en esta pandemia también ha habido mucha injusticia y falsedad. Muchas personas que a fuerza de no entrenar su musculo ético solo han sido capaces de mirar el mundo desde su ombligo. Porque más allá de ser éticos, nos comportamos (o no) de forma ética todos los días. Tenemos que crear el hábito de ser éticos, y eso solo se consigue obligándonos a actuar centrándonos en lo verdaderamente valioso de la vida, que son los otros, nuestros hermanos.

Como afirma Gomá: «El bien no se impone, al bien se invita», o en su defecto hay que declarar el estado de alarma, una clara evidencia del fracaso de los continuos llamamientos a la responsabilidad social y a la disciplina social. Está claro que ni somos responsables ni disciplinados. No nacemos, nos hacemos (en gran parte gracias al ejemplo de nuestros mayores, ahora tan en peligro). Pero lo nuestro no es atracción al anarquismo, como le sucedió a Albert Camus y relató en 'La peste' (¡qué forma de narrar, un nudo en la garganta y ojos nublados!). No, se trata simplemente de incapacidad para pensar en los demás.

Esta crisis, como todas, nos está sirviendo para tomar medida a las personas con las que nos relacionamos y de las que, llegado el momento, nos aislamos. Está sacando lo mejor y lo peor del ser humano. Posiblemente, tras esta crisis, aprenderemos a querer estar más cerca de unas personas que de otras, unas con las que seguir compartiendo el viaje de la vida y otras que nos están pidiendo que nos confinemos de ellas en el futuro. Hay gente buena y mala, y mejor estar con la buena.

En el postcoronavirus, después del 'palo' sanitario, económico y, sobre todo, social que va a suponer esta crisis, las cosas no volverán al punto de partida. De esta crisis se puede salir bien o mal. Para salir bien tendremos que abandonar la soberbia occidental y el egoísmo nacionalista. Reivindicar la centralidad política que representan la democracia cristiana y la socialdemocracia: la economía social de mercado. Vamos a necesitar armarnos de valores. Quizá tengamos que revisar la importancia de asignaturas como educación para la ciudanía, ética, responsabilidad social o religión en el itinerario curricular de nuestros jóvenes.

Vendrán más crisis como esta en el futuro, y quizás peores. Tengámoslo claro. Pero ya no nos sentiremos tan desnudos como en esta. Tendremos un nuevo traje protector, el traje de la previsión, de la humildad y solidaridad, el del gusto por el trabajo bien hecho aunque a corto plazo parezca que no se obtenga nada. Saldremos mejores y más sabios, no sin esfuerzo y con muchas más pérdidas de vidas, pero saldremos. El que tenga oídos para oír que oiga. El que quiera entender, que entienda.

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