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Por hacer algo

Qué envidia de esos países en los que la oposición se pone al servicio del Gobierno para superar entre todos la crisis

Domingo, 12 de abril 2020, 02:47

(A José Mari Galiana 'in memoriam')

Colocas las patatas en la olla a presión, una vez bien peladas, lavadas y cortadas en trozos similares para que cuezan por igual. Esta operación inicial para hacer una ensaladilla rusa parece sencilla pero tiene su aquel. Además, conviene acompañarla poniendo a cocer tres huevos, a fuego lento, para que, como las patatas, se hagan por igual. En momentos como los que vivimos, encerrados en casa 'sine die', es conveniente hacer las cosas poco a poco, sin precipitaciones, hasta me atrevería a decir que con cariño, si patatas y huevos merecieran cariño.

Es importante hacer estas cosas con paciencia, echarle tiempo; todo ese tiempo que ahora tenemos de sobra. Por eso, parece aconsejable que, mientras andas entre fogones, pongas la radio para saber qué pasa por ahí. Eso que haces todos los días comprando el periódico, cordón umbilical que te une con el mundo exterior. Claro que las noticias de ahora no suelen ser buenas. En los pasados días han sido varios los amigos que se han ido para siempre, y a pesar de que te crees estar preparado para recibir tan malas nuevas, no es verdad: te afectan y mucho.

Por eso, prefieres dar paseos por ese circuito que te has inventado en casa, que va desde las habitaciones más distantes, atraviesa el pasillo, más alguna que otra vuelta alrededor de la mesa del salón. Todo para hacer tiempo y volver a la faena en la cocina.

Ya están las patatas hechas, dejas que los huevos sigan un poco más con un ojo a que no falte agua, y ultimas una cosa que parece prescindible pero que no lo es: dejar secar las patatas del agua de la olla, con el fin de que queden lo más secas posible. Usar patatas húmedas estropea el resultado de la ensaladilla. Claro que, mientras, coges el bote de los variantes, lo echas en un papel de cocina doble para que deje su exceso de vinagre; abres una lata de pimientos morrones que cortas en pequeños trozos, salvo unas tiras para adornar; y preparas tres latas de atún en aceite de oliva, que lo usas lo más seco posible.

Estas operaciones pueden verse interrumpidas por el sonido del móvil, que intenta informarte de cosas, como hace la radio y la prensa, aunque piensas que no. El hoy imprescindible aparato produce un enorme índice de contaminación. Claro que, a estas alturas, sabes que lo mejor es no creerte nada. El bulo se ha extendido como la pandemia, con dos frentes principales: uno, decirte lo que tienes que hacer para que no te contagies. Para ello el teléfono muestra gente que interpreta diversos papeles de médicos o especialistas en virus. Como decía Julio Llamazares en un estupendo artículo, España tiene 46 millones de expertos en epidemias. ¡Dios qué sufrimiento! El segundo frente es meterse con el gobierno. En momentos de crisis, la culpa la tiene alguien, y nadie más debilitado hoy que los que mandan: en el Estado y en las Comunidades Autónomas. ¡Menuda enseñanza nos da este conflicto! Resulta que el malo de la película es Pedro Sánchez, con el marrón que tiene el pobre encima. Ver para creer.

Por eso, y tras unos cuantos recorridos dentro de casa, vuelves a tu ensaladilla. Ya tienes los huevos enfriados, los has cortado en pedacitos, guardando unas cuantas rodajas para el adorno final, y lo has unido todo en espera de la mezcla final. Antes, con tus patatas frías, las has trinchado con un buen cuchillo largo, para que queden más o menos sueltas sin que formen una masa parecida al puré. Echas entonces abundante mayonesa e inicias la pesada tarea de mezclar todo poco a poco: variantes, pimiento, huevo, atún. Esta operación puede llevar tiempo, pues se trata de homogeneizar los ingredientes y que no haya patata por un lado y atún por otro.

Mientras, has podido corroborar, gracias a los medios y al móvil, la enorme ingratitud de este país. La manera como mezclamos todo, como en la ensaladilla, para que nuestros intereses prevalezcan por encima del bien común. Qué envidia de esos países en los que la oposición se pone al servicio del Gobierno para superar entre todos la crisis. No tenemos remedio, y vergüenza me da.

Menos mal que he hecho una ensaladilla rusa para chuparse los dedos. Si la derecha radical hiciera ensaladillas rusas en vez de chinchar, cuánto mejor nos iría. Claro que, al ser rusa, no sé si será plato de su gusto.

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