Política e insultos
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'Facha' se ha extendido tanto que ha desbordado el ámbito político para ofender a quien se muestra en desacuerdo con los criterios de quien hablaNo me anima, como el atento lector podrá sospechar, el deseo de arrimar ninguna 'boja' interesada para encender una contienda política, ya de por sí ... suficientemente ardiente y explosiva, sino el de bucear en la lengua viva de la calle, más apasionante que las idas y venidas de los partidos para mantenerse en el poder durante los cuatro años posteriores a unas elecciones.
Vengamos a las denominaciones displicentes, despectivas o claramente insultantes aplicadas a los adversarios políticos. 'Podemita', más que una designación neutra, como falangista, convergente, nacionalista, quiere ser un insulto contra los militantes de 'Podemos'. Es palabra formada por el nombre del partido y nacida de uno de sus eslóganes más famosos, 'Sí se puede'. 'Podemita' nace del verbo 'poder' y el sufijo 'ita', que en español aparece en palabras derivadas como 'carmelita', de Carmelo, pero también en gentilicios como 'alauita', 'israelita', 'yemenita'... Con lo fácil que hubiera sido añadir una 's', que hubiera dado el resultado 'podemista', gramaticalmente semejante a 'socialista', 'peneuvista' e 'independentista'. Sin embargo, sospecho que sus enemigos eligieron 'podemita' con intención de agraviar, apoyándose en la analogía fonética con formas lingüísticas injuriosas como 'cainita', pues compite en el mismo espacio con otras izquierdas hermanas ideológicamente, aunque me inclino más por la semejanza fonética con 'sodomita', gentilicio de los corrompidos habitantes de la Sodoma bíblica y posteriormente aplicado con propósito denigrante a los homosexuales. Todo ello convierte esta denominación en un intento de ofender y en una vieja y detestable manera de humillar, es decir, con frases malintencionadas sobre la orientación sexual.
Igualmente, es una desdeñosa tentativa de cosificación –lo que la técnica literaria denomina sinécdoque, tomar la parte por el todo– llamar a Pablo Iglesias 'el coletas' y, a raíz de la compra de un carísimo chalet, motejado como 'el pijoletas' por haber abominado de la 'casta' antes de entrar en el Congreso y vivir en una mansión tras ser elegido diputado. Con anterioridad, se llamó 'el de la ceja', una degradación cosificadora, y 'ZP' a Rodríguez Zapatero (quizá para asociarlo fonéticamente a dos personajes cómicos del viejo TBO, los hermanos Zipi y Zape). A José María Aznar se le aplicaron en tiempos los apodos 'Thatcherín' (por Margaret Thatcher), 'Ánsar' –por la pronunciación defectuosa que de su nombre hacía el presidente Bush– y 'Pepe Botella II'. En este caso, no porque el expresidente se diera a la bebida, como el hermano de Napoleón que intentó gobernar España con criterios avanzados, sino por estar casado con Ana Botella.
Más suaves pero con pretensión vejatoria son las alusiones 'peperos' y 'sociatas' (denominación propia del habla popular juvenil que usa el sufijo 'ata' en un sentido displicente, cuando no despectivo, como en los términos 'segurata', 'bocata' y 'currata'). El tiempo ha dulcificado las invectivas políticas, aunque algunos usan los términos 'comunistas' o directamente 'rojos' para los militantes de Unidas Podemos, no todos comunistas. La denominación 'Izquierda Hundida', le fue aplicada a esta formación por Juan Goytisolo, siempre contra tirios y troyanos, durante la guerra de Kosovo, en 1999, criticando la hipocresía de cierta izquierda contraria al genocidio contra Kosovo pero sorda ante los crímenes del etnonacionalismo serbio. La madre de Goytisolo había muerto en Barcelona en 1938 en un bombardeo de la aviación italiana.
A la trinchera de enfrente se 'dispara' profusamente con la palabra 'fachas', 'azules' o directamente 'fascistas', voces que retrotraen, en su fiereza verbal, a épocas felizmente superadas. 'Facha' se ha extendido tanto que ha desbordado el ámbito político para ofender a quien se muestra en desacuerdo con los criterios de quien habla. Hoy, en numerosos ámbitos, incluidos los secesionistas, se califica así, indistintamente, a los enemigos de derechas y a los de izquierdas, con lo que la palabra pierde su sentido originario.
A Ciudadanos, recién llegado a la arena política, también le toca su parte alícuota en este festival de bofetadas verbales. Alguien llamó a Albert Rivera 'Naranjito' con la aviesa intención de asociarlo, por el color de su partido, pero también por pequeño y amanoso, al cutre muñequillo que representó a España en la Copa Mundial de Fútbol de 1982. No se libró de la inquina verbal el propio partido, denominado 'La naranja mecánica' por sus intentos de ejercer el liderazgo de la derecha en un panorama político muy inestable. No creo que quisiera aludirse a la selección holandesa de fútbol, así llamada en épocas pasadas por sus éxitos con el balón, sino que quizá tenga que ver (en la contienda política hay que ponerse siempre en lo peor) con la célebre película de igual título, dirigida en 1971 por Stanley Kubrick, donde un grupo de sádicos ejercía una violencia cruel y sin sentido contra todo el que se les ponía por delante.
Insulta y miente, que algo queda, proclama una vieja sentencia. Pues en eso estamos.
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