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Estoy escribiendo estas líneas antes de las elecciones autonómicas catalanas, pero prefiero arriesgarme a predecir que torear a todo pasado. De todos modos, lo que voy a decir vale para un período mucho más largo que el inmediato antes y después del día 14.
Según todas la previsiones, que comparto, tras las elecciones solo serán viables dos opciones de gobierno: una de mayoría separatista, conformada por ERC (el partido del preso Junqueras), Juntos por Cataluña (el partido de fugado Puigdemont con la imputada por corrupción Laura Borrás a la cabeza) y la CUP (el partido de los que boicotean violentamente los mítines de Vox); en la otra opción quedan fuera de la alianza Juntos y CUP y entran a formar parte de ella PSC, Comunes (el equivalente a Podemos en otros sitios) y ERC, sin que sea yo capaz de dilucidar si gobernarán como tripartito (más probable) o con el apoyo externo de alguno a los otros dos (menos probable). Por su parte, Vox ha anunciado que ayudaría al PSC a formar gobierno si dejase a los separatistas fuera, pero es posible que con sus votos no sea suficiente, en cuyo caso sería decisorio Cs, pues el PP ha anunciado que apoyaría al PSC, pero no a Illa, lo que es difícil que los socialcatalanistas acepten.
En cualquier caso, es casi seguro que la suma de los únicos partidos que defienden sin matices la integridad territorial española, PP, Vox y Cs, quedará en abrumadora minoría, y eso que Cs ganó las elecciones anteriores (declive explicable porque su líder, Arrimadas, cometió dos graves errores: primero, no presentar su candidatura a la presidencia pues, aunque el PSC se apresuró a declarar que no la apoyaría, en mi opinión debería haberlo hecho; segundo, emigrar de Cataluña a Madrid, renunciando a liderar la oposición parlamentaria catalana).
El programa de Juntos es 'lo volveremos a hacer' y no se refieren con eso seguir otorgando a sus legiones de cargos públicos sueldos desmesurados, que eso lo harían también los de ERC (sí: el proceso separatista es también un lucrativo negocio y una forma segura de prosperar en Cataluña), sino a retornar a los referéndums a las bravas, a demoler la imagen internacional de España (ahora jaleados por Putin ante el catalán Borrell) y proclamar la independencia de Cataluña. Los de ERC quieren lo mismo, pero con vaselina: una mesa de negociación con el PSOE y Podemos, apoyada por los separatistas vascos, para declarar la amnistía de los condenados por malversación y sedición (lo que es inconstitucional) y convocar un referéndum sobre la separación de Cataluña en el que solo votarían los catalanes (lo que también es inconstitucional y priva a los demás españoles de decidir sobre parte de su territorio). De la CUP prefiero no hablar, pero desde luego no se opondría a ninguna de esas dos vías.
¿Y qué ofrece la izquierda catalana? El hecho de que esté representada por organizaciones distintas a sus homólogas del resto de España, y de hecho sean partidos distintos (PSC, que no PSOE, y Comunes en lugar de Podemos), ya indica que no consideran a Cataluña una región española. Podemos no lo oculta: quieren un referéndum de autodeterminación (igual que ERC); el PSC, que hasta hace unos años también lo pedía, se conforma ahora con que España condone la deuda catalana (más de 40.000 millones), pues los separatistas han logrado arruinar a una de las regiones más prósperas de España, que se enseñe catalán obligatoriamente a todos los niños españoles y se implante con lengua oficial toda España y la UE, y que otorgue a Cataluña un cupo a la vasca, chollo por el que las provincias vascas, de las más ricas de España, reciben transferencias del resto de los españoles. Un programa alentador para Murcia, Andalucía y, sobre todo, Madrid, donde postulan subir los impuestos para sufragar su cupo.
Visto que un panorama político similar se plantea en las provincias vascas parece razonable asumir que, cada vez más, la tradicional pugna entre izquierda y derecha española se verá contaminada, e incluso sobrepasada, por una nueva pugna en todo el territorio español entre unionistas y separatistas, se llamen así, se llamen confederalistas, o prostituyan el nombre de federalistas para disfrazar las regalías a vascos y catalanes. Cada vez más, los partidos serán vistos como unionistas o (alternativamente) separatistas o aliados. El elector murciano, andaluz, madrileño y demás aprenderá que, según lo que vote, estará contribuyendo a ponerse en inferioridad de derechos respecto a vascos y catalanes o a procurar la igualdad (sí, la igualdad, antigua tradición de comunistas y socialistas) entre todos los españoles. Mi pregunta es: ¿cuándo surgirá una izquierda nítidamente unionista, que empiece por llamarse igual en todas las regiones? ¿Será Cs; será un nuevo PSOE? Urge.
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