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Polarización y odio

MAPAS SIN MUNDO ·

Si hay un reto al que tiene que enfrentarse con urgencia la política actual, este no es otro que el de una responsable gestión del lenguaje

Domingo, 11 de septiembre 2022, 10:04

Hace unos días se dio a conocer la memoria anual de la Fiscalía General del Estado, en la que se reflejaba que, en 2021, aumentaron ... un 27% los delitos de odio y discriminación. Las causas que identificaba el Ministerio Público para este crecimiento tan significativo eran el confinamiento provocado por la pandemia y la polarización y radicalización políticas que vive la sociedad española. En relación con este segundo factor, dicha memoria señala que «la palabra precede a la acción» y que «la creación de un clima de hostilidad, odio o rechazo hacia los colectivos favorece que, más tarde, se ejecuten acciones violentas contra las personas individuales». El reconocimiento de que el lenguaje construye la realidad no pretende refrendar la tesis central del pensamiento posestructuralista, sino visibilizar el hilo que cose una casuística cada vez más peligrosamente extensa: cada palabra importa y, en los últimos tiempos, genera una disposición hacia la evidencia. Si hay un reto al que tiene que enfrentarse con urgencia la política actual, este no es otro que el de una responsable gestión del lenguaje. Y no exagero: más incluso que la economía o cualquier tipo de política social, la mayor urgencia, en el momento presente, es cuidar al máximo las palabras que se emplean con el fin de evitar la insoportable polarización reinante y, por ende, sus imprevisibles consecuencias. Porque lo que está en juego no es el margen de poder de unas siglas o un determinado programa político, sino el sistema mismo que regula nuestra convivencia. Puede existir disenso y conflicto entre las diferentes opciones políticas, pero lo que no nos podemos permitir por mucho tiempo más es que haya incompatibilidad absoluta entre formaciones democráticas. Si la democracia es el régimen que posibilita el consenso y la convivencia de lo diverso, y, en estos momentos, dicho consenso está bloqueado por la extrema polarización reinante, entonces es fácil concluir que nuestro sistema democrático no es que atraviese un periodo insano, sino que evidencia los síntomas de una enfermedad que puede llegar a resultar mortal.

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