La playa
EL DÉCIMO DENTISTA ·
Los partidos polarizados se refuerzan como reflejo especularSecciones
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EL DÉCIMO DENTISTA ·
Los partidos polarizados se refuerzan como reflejo especularA lo largo de una playa, hay una gran hilera uniforme de bañistas. A todos les apetece un helado. En una punta de la playa, ... un vendedor de helados comienza a ofrecer su mercancía. Otro comienza en el extremo opuesto. Con el mismo precio, los bañistas acaban comprando al vendedor más cercano, minimizando desplazarse bajo el sol. Si los vendedores pueden desplazarse, ¿cuál será su posición final de venta? ¿Serán los extremos? Parece razonable que, si el vendedor de un lado da un paso hacia el centro, conquista un poco de mercado a expensas del rival. Pero este segundo, para seguir vendiendo, tendrá incentivos a dar uno o dos pasos también hacia el centro. Si repetimos este proceso, ambos se encontrarán en el centro, cada uno mirando hacia su lado, sabiendo que no deben ceder ni un paso. Ceder significa perder cuota de mercado.
Hotelling utilizó este modelo para explicar cómo la oferta política de dos partidos tendería al centro del espectro político para maximizar sus posibilidades de ganar las elecciones. Los vendedores representan a los partidos; los bañistas, a los votantes. La búsqueda del votante medio será la estrategia racional que maximiza el número de votos. Los extremismos desaparecen. No obstante, esto cambia si la distribución es, por ejemplo, bimodal. Si los bañistas se agrupan en dos posiciones alejadas entre sí dejando el centro vacío, los partidos tendrían incentivos a polarizarse.
Cuando los partidos entendieron que explicar el producto ofertado (programa, programa, programa de Anguita) no era tan útil como manipular la posición de los votantes, la comunicación de políticas cedió ante la política de comunicación. La ingeniería social se convirtió en la herramienta eficiente para maximizar la cuota de mercado por militancia. La construcción de relatos de confinamiento ideológico, potenciados por el efecto burbuja de las redes sociales, ha obrado el milagro de la tribalización al servicio de los partidos. Si cada bañista vive convencido de que está rodeado de fachas o rojos y que así pensarán los demás, el temor a quedarse en tierra de nadie ofrecerá incentivos a la polarización. La clave ya no es la oferta política, sino los recursos en marketing para manipular el espectro de votantes y fidelizarlos.
De esa manera, el centro desaparece. Los partidos polarizados se refuerzan como reflejo especular. Posiciones sensatas serán acosadas por burbujas ideológicas, al grito de estás conmigo o contra mí. Poseedores de verdades absolutas considerarán el populismo en ojo ajeno sin ver la demagogia propia. Observar la compleja realidad sin ideologías simplificadoras tiene un coste de ser facha o rojo según el cristal de quien te juzga. Pero tiene un beneficio, ser libre. ¿Lo peligroso? Acabar en un viaje sin retorno, frente a otra ola, quedándonos sin helados ni playa.
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