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¿M? ¿Por qué M? Por nada, en realidad. Por poner una letra. Lo he llamado M como podría haberlo llamado J, o quinquenal, o ... sinfisuras. M podría ser por Murcia pero también por Mierdón (que ahora está de moda) o por Metanfetamina (de la azul o de la de Hacendado). La idea es que ya no es el plan A, ni el B ni el C, sino uno posterior que ha habido que montarse, y tampoco es el Z, ni el Y ni el X, porque a este le van a seguir muchos. Sobre la marcha.
Con lo de plan me refiero, claro, a un plan para esta Región nuestra. A una visión, a unas políticas, a unos objetivos. ¿Alguna vez ha existido algo así? Yo parto de que sí, de que los primeros gobiernos autonómicos de la democracia plantearon modernización, convergencia e identidad regional (eran tiempos de venirse muy arriba), y de que también el todopoderoso señor Valcárcel tuvo un proyecto muy concreto para esta esquinica. Uno con el que pudimos estar de acuerdo o no (La Región de Murcia No Se Vende surgió del fuerte rechazo social que nos provocaba a muchos), pero un proyecto. La Miami de Europa, acuérdate. Madre mía qué años aquellos. Tal o cual ayuntamiento aprobaba un nuevo PGOU por la mañana y por la tardenoche veías al concejal desfilando en dirección Sangonera en compañía de la Guardia Civil. Como la segunda temporada de 'The Wire', pero jugando al dómino en el yate del promotor. Circulaban los billetes de 500 que daba gloria: a los bancos se les agotaron las cajas de seguridad. Algún alcalde tuvimos que pasó años sin sacar un solo euro de su cuenta A. Ni de la B. Ni de la C, etcétera.
De la riada de dinero 'ladrillil' no quedó gran cosa en los bolsillos de los murcianos, como suele ocurrir, pero heridas sí. La costa encementada. Esqueletos de edificios mastodónticos como monumento a nuestra propia chaladura: el hotel de las Koplowitz en el nuevo ensanche de Murcia, el Museo del Hombre de Pedro Antonio Sánchez a las afueras de Torre Pacheco. Algunas locuras, como el puente del final de La Manga o la urbanización de Marina de Cope, se frenaron 'in extremis'; otras, como el aeropuerto de Corvera, la AP7 o la desaladora de Escombreras se inauguraron testicularmente. La visión de Ramón Luis no iba a someterse a ningún organismo de control como Aena, la CHS o la Red de Carreteras del Estado. Será por perras.
El crack del '08 nos despertó a guantazos del sueño y nos dejó preguntándonos si tal vez no había sido una pesadilla. La crisis financiera golpeó con la intensidad esperable en una Región que lo había apostado todo al ladrillo. Nuestros bancos heredaron terreno, mucho terreno costero ya sin valor, y los proyectos de campos de golf se convirtieron de urgencia en explotaciones agrícolas. La nueva desaladora de Florentino ponía el agua. A Valcárcel, por si las moscas, se le buscó el retiro dorado más lejano que el PP pudo encontrar. Corre el año 2011 cuando un agente medioambiental encuentra la primera tubería de salmuera con desagüe directo al Mar Menor. Intenta taponarla y recibe una llamada de la presidencia de la CHS: 'este tema déjalo estar'.
En lo que llevamos de siglo, la productividad de la Región (PIB por asalariado) se ha desplomado desde el puesto 31 al 49 de entre las 52 provincias españolas. Ni el 'plan Miami' de Europa ni el Huerta de ídem han funcionado en absoluto. El regreso del visionario Valcárcel a los juzgados estos días como investigado en el 'caso desaladora' coincide con la historia de esa familia murciana cuyo vuelo desde Londres sufrió un retraso y encontró el aeropuerto de Corvera cerrado. Toda una herencia la del tito Ramón Luis. El plan nitrato no tiene visos de acabar mucho mejor a la vista del informe de esta semana del Parlamento Europeo sobre el ecocidio del Mar Menor. Convendría ir enterándose bien de cuál va a ser el siguiente proyecto, qué cositas son esas que se vienen pronto en virtud (es un decir) de ese plan M que nos está organizando nuestro esperpéntico Gobierno regional, y para ello yo recomiendo leerse con mucho detenimiento el recién aprobado decreto ley de simplificación administrativa. Apadrinado por la Croem hasta la más humilde de sus comas, el texto elimina toda una batería de dispositivos de control administrativo y medioambiental con el objetivo declarado de hacer nuestra economía más competitiva. Más competitiva contra quién, podríamos preguntarnos.
Los últimos datos de paro, desigualdad y estancamiento dibujan un panorama muy negro para una Región que sin duda necesita un buen plan en un contexto internacional complejísimo con pocas salidas claras. La renovada tentación de convertir la Región en una zona de servicios contaminantes y de bajo valor añadido para la Europa rica (antes, turismo masivo; después, agroindustria) nunca se ha ido del todo.
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