El rey Pirro y el haba negra
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Tiempo ha habido desde la primera ola para haber legislado en materia sanitaria posibilitando medidas de excepciónAño 280. Los griegos comandados por el rey de Epiro, Pirro, batallan por primera vez contra los romanos en Heraclea, a quienes vencen con inteligencia y valor. Pero es tal la mortandad en ambos ejércitos que al término de la contienda el monarca heleno sentencia: «Otra victoria como esta y seremos destruidos». La expresión se generalizó y desde entonces se aplica para aquellos logros cuya consecución ha costado tantos esfuerzos que tal vez no mereció la pena.
No me malinterprete, querido lector, no quisiera yo decir que en esta tremenda batalla que estamos librando contra el maldito coronavirus los esfuerzos y sacrificios no sean necesarios. Pero sí digo que habrá que diseñar la estrategia y decidir el ataque con la vista de los dos ojos, el derecho y el izquierdo, puestos en el futuro, para intentar compaginar la salvaguarda de la salud con la de la subsistencia, no fuera a ser que al final de la lucha no nos quedara otra que tener que bautizarla como 'victoria pírrica' y reconocer que ganamos la batalla pero a un precio muy alto.
Vamos de mal en peor y de tumbo en tumbo. Y ¡qué mala suerte la nuestra!: tenemos el peor Gobierno para luchar contra el peor enemigo, nos ha tocado la negra, sí señor. Era antigua costumbre de griegos y romanos echar a suertes la elección para cargos públicos, mediante la extracción al azar de habas negras o blancas: la negra, era lo malo; la blanca, lo bueno. A nosotros, sin comerlo ni beberlo, en momento tan delicado y dramático, nos ha tocado la negra con este Gobierno incapaz, mendaz y totalitario.
No dan pie con bola. Nos confinan y desconfinan sin orden ni concierto, con el único dictamen de los incapaces don Illa y don Simón. Nos privan, cuando se les antoja, de nuestros derechos fundamentales sin otra razón que cubrirse las espaldas para ocultar tanto dislate; lo que hoy es blanco mañana es negro y viceversa. Llega la segunda ola y de nuevo el estado de alarma.
Las Cortes parcialmente clausuradas; los jueces amordazados; las instituciones hibernadas; los derechos fundamentales conculcados y este ególatra e incapaz protegido contra todos sus desmanes, y en uso del derecho de pernada, que otra vez le ha concedido la mayoría del Parlamento, incluyendo la cobarde abstención del PP, ha decidido acabar con la libertad de opinión para evitar criticas al Gobierno, y de enseñanza para adoctrinar a las nuevas generaciones. Evita el control del Parlamento, pretende eliminar el uso del idioma español en parte del territorio, da al brazo político de los terroristas la categoría de socio preferente cediéndole el protagonismo en la malhadada reforma laboral, deja que cada presidente autonómico actúe por su lado, como si el coronavirus no fuera un enemigo común. Y para más inri don Sánchez, mientras coloca a su doña y a sus compis y se abraza sin vergüenza a los proetarras, desprecia a la oposición, se cisca en el control democrático del Gobierno y consigue autorización de la mayoría del Parlamento para, hasta mayo, hacer de su capa un sayo.
¿Era necesario el estado de alarma? No, rotundamente no. Tiempo ha habido desde la primera ola para haber legislado en materia sanitaria posibilitando medidas de excepción únicamente dirigidas a este fin; pero don Sanchez no lo hizo precisamente para volver a tener la sartén por el mango y el mango también, ese poder omnímodo que ya lo tuvo y que, entre otras cosas, le facultó para gobernar por decreto, sin ningún control, no tanto contra el coronavirus sino para perpetuar su permanencia en La Moncloa, su sed infinita de poder.
Pregunto: si diputados, senadores y asesores tendrán que trabajar menos al tener limitadas algunas de sus competencias, ¿seguirán los padres de la patria cobrando íntegramente sueldos, dietas, sinecuras y mamandurrias? Les aseguro que si al estar mermada la actividad parlamentaria diputados y senadores vieran mermadas igualmente sus retribuciones, no hubieran llegado ni a diez los votos favorables a prolongar el estado de alarma hasta mayo
Ya está bien, este pueblo machacado, humillado y acongojado puede ser que explote, y, si eso fuera, ¡cuidado! porque todos estos cantamañanas que no saben más que vivir agarrados a la teta de los Presupuestos lo van a pasar muy mal, les van a faltar votos para mantenerse en sus sillones. Fuera hace mucho frio y no encontrarán abrigo para poder escaquearse de su responsabilidad por toda la inmundicia que nos han inoculado.
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