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Al final tendremos que darle las gracias a esa cuadrilla de visionarios que utilizaron Murcia como laboratorio de pruebas de mociones de censura en cascada. ... Fue una aberración delirante de un calibre tan abyecto que conllevó la destrucción de uno de los dos partidos que la consumaron (en paz descanse) y provocó que las elecciones catalanas de 2021 fueran los últimos comicios que ha ganado el PSOE desde entonces (y ha habido elecciones hasta en Matrix: Madrid, Castilla y León, Andalucía, municipales, autonómicas y generales).
Pero sobre todo a nivel local, que es lo que nos compete en estas páginas, ha servido para que los murcianos recuerden qué pasa cuando gobierna el socialismo. Ya sabe usted que, por mero instinto de supervivencia, la mente tiende a emborronar los sentimientos negativos de dolor para superar los traumas. Es el motivo por el que no somos todos hijos únicos: si las mujeres se acordaran siempre del dolor insoportable del parto, jamás tendrían más descendencia. Pero para fortuna de la especie humana, todo se olvida hasta que vuelves a tener un niño saliendo de tus entrañas y recuerdas que la blasfemia de vez en cuando no es tan mala idea.
Con el socialismo en Murcia pasaba igual: llevábamos tanto tiempo sin sufrirlo que se nos había olvidado el dolor. Las elecciones ya no iban sobre si es mejor el modelo de gestión de la izquierda o de la derecha, sino de si estábamos cansados del PP o no. La izquierda se había reducido a una mera contraposición del partido líder: no es tanto qué méritos pudieran hacer los rojos como en qué deméritos hubieran incurrido los azules. Así consiguió Diego Conesa ser la fuerza más votada en 2019: simple y llanamente, no siendo el PP.
Pero de repente llegó la moción y el socialismo le recordó a los murcianos qué pasa cuando gobiernan. Por poner un ejemplo sin más: que la ciudad entera acaba levantada en unas obras absurdas que han destruido la movilidad local. Otro: que ni siquiera son capaces de organizar las sillas para ver las procesiones de Semana Santa. Añado: llegan tarde a los contratos de Navidad. Me supero: convierten el barrio del Carmen en un lugar de facto aislado del resto del municipio. Vamos, socialismo.
Estas elecciones los murcianos ya no han votado sobre su mejor o peor opinión del Partido Popular, lo han hecho sobre si quieren un modelo de ciudad caótico y denigrante, como el que estaba llevando a cabo el alcalde socialista, de cuyo nombre ni quiero ni puedo acordarme, o una gestión que si bien seguro que es mejorable en muchos aspectos lo cierto es que tiene elementos más que de sobra como para sentirnos orgullosos del potencial que están siendo capaces de exprimirle a la ciudad.
Hasta hace unos meses, Murcia era noticia porque el Ayuntamiento no era capaz ni de sacar adelante una contrata para iluminar las calles en sus fiestas. Vamos, lo que sabe hacer un concejal de pueblo de 367 habitantes de la provincia de Cuenca, en Murcia el socialismo (y su socio de entonces) lo veía como una prueba de obstáculos solo al alcance de las mentes más eruditas del hemisferio norte. Frente a ello, esta semana el equipo de gobierno actual ha organizado una cumbre de ministros de la Unión Europea con un nivel de profesionalidad y esmero a la altura de una ciudad mediana cuyos competidores naturales son urbes como Nápoles, Lyon o Colonia.
Murcia ha vuelto a dar un salto de calidad este mandato, y lo ha hecho porque los murcianos han vuelto a recordar que el socialismo solo trae sufrimiento y dolor (de espíritu mucho, desde luego) y que hay gobernantes que jamás se conformarán con ser el mal menor y siempre apostarán por tener ambición por su ciudad. Ser complacientes con los políticos es mala idea en nuestra profesión, pero no reconocer la verdad es casi peor, y en este caso el mérito de Ballesta es indiscutible.
Probablemente sea por estos dos años que le robaron a los murcianos, quizás será porque siempre fue un extraordinario alcalde y probablemente porque a Murcia solo hace falta mirarla a los ojos para entender su potencial. Pero lo cierto es que esta semana, que con permiso de Bruselas nos hemos convertido en la capital de Europa, hemos estado a la altura.
Felicidades, alcalde.
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