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Siempre he defendido que cualquiera que se dedique a la política debería tener prohibido ver la mítica serie 'El ala Oeste de la Casa Blanca', ... esencialmente porque acaba siendo difícil para algunos disociar la realidad de un concejal de Beniaján con la del estratega jefe del presidente de los Estados Unidos. Pero como usted no trabaja en esto, le cuento una anécdota.
En un capítulo de la ficción se plantea un debate electoral entre candidatos. Uno de ellos comienza una campaña de desprestigio contra su oponente, diciendo que es un incompetente, que le va a arrasar y que su mejor cualidad es ser tartamudo. El atacado no se defiende, e incluso ahonda en la caricatura: cada entrevista previa es peor que la anterior. La tensión se palpa tanto en el ambiente que ambos equipos de campaña trabajan sobre ese relato... hasta que llega el día del debate y el paquete resulta tener una oratoria al nivel de la de Obama y el que debería arrasar simplemente lo hace bien. ¿Resultado? La gestión de expectativas hace que el que iba a ganar haya perdido estrepitosamente y el que iba a perder sea el nuevo líder del mundo libre.
El PSOE lleva semanas jugando a esto con Feijóo. Le llaman incompetente a todas las horas del día, critican cada desliz como si fuera una prueba irrefutable de su falta de nivel, escupen una superioridad moral que vaya usted a saber quién se la ha dado al Gobierno más odiado de la historia de España. Una estrategia como otra cualquiera para movilizar a un electorado que, oh sorpresa, resulta que quiere a España lo suficiente como para defenderse cuando un presidente del Gobierno pacta con terroristas y golpistas para destruirla como medio para mantenerse en el Falcon cinco vuelos secretos a Marruecos más.
El problema de los marcos mentales que se generan en las burbujas de los partidos es que la realidad tiende a ser un poco mala y acaba por pincharse en cuanto un dato al alcance de todos mata al relato de las brillantes mentes pensantes. Y esta semana en 'El Hormiguero', que por cierto es el programa más visto de la parrilla informativa, Sánchez y Feijóo han combatido con 24 horas de diferencia cada uno.
Pedro Sánchez lo hizo muy bien, es innegable. No para mí, ni probablemente para usted que no le votaría jamás, pero sí para el electorado al que pretende movilizar. Era un entorno a priori hostil y consiguió hablar sin interrupción y colocar un par de zascas para que sus fans incondicionales salivaran con lo guapo y listo que es su Pedro. Bien está. En la jornada que separaba la entrevista del inminente expresidente del Gobierno respecto a la del inminente presidente del Gobierno, la izquierda volvió a cometer el error de principiante de siempre: generar la expectativa de que Feijóo iba a hacer el ridículo absoluto y mucho más en comparación con lo brillante que había sido un Sánchez «épico», como literalmente citaban innumerables adláteres de la izquierda mediática siempre dispuesta y entregada a la causa.
Pero llegó la noche del miércoles y apareció en 'El Hormiguero' un señor normal. Que se explicaba bien, que era convincente, respondía a todo e incluso era capaz de hacer una broma gallega de esas que aquí no entendemos demasiado, pero es que en el norte están en otra altitud. Un buen político, pero sobre todo un ser humano corriente que no tiene pinta de realizar ejercicios onanísticos pensando en sí mismo cada mañana al despertarse. Un señor con cara de presidente del Gobierno que además tiene pinta de estar preparado para serlo.
La izquierda lleva meses proyectando una imagen de Feijóo que cada vez que sale en la televisión se cae como un castillo de naipes al más mínimo soplo. La gestión de expectativas que genera el proyectar que el líder del Partido Popular es un indocumentado provoca un efecto boomerang de manual que va a desembocar en que en el debate electoral de las próximas semanas el gallego vaya a arrasar en la posverdad sin remedio.
Porque Feijóo no es tan malo, pero sobre todo Sánchez no es ni de lejos bueno. Quedan 21 días para que acabe la pesadilla democrática del siglo. Qué largo se nos va a hacer hasta entonces.
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