Ficción española
Rebeldía murciana ·
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Rebeldía murciana ·
Forma parte de la condición humana desear e idealizar todo aquello que no se tiene y despreciar lo propioEs curioso cómo los 'thriller' policiacos parece que suenan mejor en un pueblo de Wisconsin que en una aldea de Huesca. Quizá es que no ... teníamos tantos buenos escritores policiacos antes y hemos crecido con escenarios de asesinatos en la campiña inglesa con Agatha Christie y en algún Estado americano con casi cualquier otro autor. Este mal acecha incluso a los autores patrios, pues el que probablemente sea el escritor más famoso de España es un malagueño cuyos casos oscilan entre Boston y Nueva York. Javier Castillo, que así se llama, ha vendido los derechos de sus libros a Netflix y estos han transformado su historia en serie de televisión, esta vez sí ambientada en Málaga y no en la Gran Manzana. No solo no ha perdido un ápice de glamur, sino que además todo suena mejor.
En Murcia tuvimos a Jerónimo Tristante con su famoso detective Víctor Ros, además de la novela '1969', que empezaba con una prostituta cayendo de la torre de nuestra Catedral. ¿Sería posible producir un CSI regional con personajes autóctonos y que tuviera cierto recorrido mediático? No en vano series como 'El Comisario' ya fueron una avanzadilla a esto que planteo: el FBI no es más glamuroso que nuestra Policía Nacional.
Este jueves terminé de ver una serie que si la hubiera producido HBO en su edición americana probablemente habría ganado un Emmy. Igual es una exageración, pero me aventuro a que no. Se llama 'La Caza', compartiendo nombre con otras tres series que no tienen demasiado que ver con ésta. La originalidad no es nuestro fuerte, vale. Les resumo: son tres temporadas sobre tres casos diferentes que comparten un hilo conductor. En un pueblo recóndito de España ocurre un asesinato o una desaparición que implica a prácticamente todos los vecinos del lugar y la Guardia Civil investiga hasta encontrar al culpable. Vuelvo a lo anterior: no parece muy novedoso, pero la ejecución es impecable.
Y lo es porque es todo verdad. No la historia, pero sí lo demás. El pueblo de la primera temporada a lo alto de los Pirineos, el de la Mallorca profunda en la segunda temporada (lo más ficticio de toda la serie es que ahí los personajes hablan español y no catalán y, como usted y yo sabemos, eso es imposible), o el del Guadiana en frontera con Portugal en los capítulos que acaban de terminar. Es verdad también el valor y la importancia de la Guardia Civil, uno de los cuerpos rurales de mayor prestigio del mundo, si no el que más. Es cierto que la personalidad de los ciudadanos del norte, del sur y de las islas no tiene nada que ver, pero que los problemas y pulsiones son básicamente los mismos para todos. Que las infidelidades en Nueva Jersey y en Ayamonte se cometen por idénticos motivos, pero si el personaje habla en andaluz tiene un pelín más de trasfondo que convierte a la historia prácticamente en una reproducción fidedigna de un documental como los que se hacen de Marta del Castillo o Diana Quer.
Forma parte de la condición humana desear e idealizar todo aquello que no se tiene y despreciar lo propio, pero hasta en construir ficción divertida y escalofriante somos los mejores. No hay perfil de policía mejor que el basado en nuestros agentes de verdad, no hay pueblos más místicos que los nuestros, no hay historias de odio, celos y pasión como las españolas, con esa mezcla de drama latinoamericano y rigor europeo. Es difícil parir en Hollywood una obra con la intensidad de la serie de 'La Caza' y resulta que ésta, además, tiene como protagonista principal la profundidad de España.
Estamos a apenas unas semanas de verano y, elecciones mediante, deje usted de escuchar al político de turno hablar de que ésta es la mejor o la peor ciudad del mundo y que todo ocurre o deja de ocurrir por su ausencia o presencia. La pura verdad es que tenemos la inmensa suerte de haber nacido en un país tan impresionante que hasta el pueblo más recóndito de Cuenca es mejor escenario para un thriller que el suburbio típico de Chicago, así que la próxima vez que piense en cómo rellenar su ocio apueste por los que apuestan por lo nuestro.
España, en la ficción y en la realidad, es lo más importante que somos. O probablemente, lo único que somos de verdad.
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