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Ahora se explican los pescadores canarios por qué llevaban un tiempo con las redes vacías. Los peces, que al parecer son más listos que nosotros, habían presentido el volcán, los gases tóxicos y hasta el precio del kilovatio. Nosotros vamos por ahí con la sensación ... de lo eterno, trastornados por esa idea difusa incluso después de que la pandemia la haya puesto en entredicho. Pero a pesar de la Covid y de esa lluvia ácida que no deja de llevarse amigos, conocidos, seguimos con el proyecto vital a largo plazo, como si fuésemos el reverso de un político, esos seres que practican como nadie el carpe diem. Aunque seamos nosotros quienes paguemos las consecuencias de su vida de cigarras.
En Santiago de Compostela, el Partido Popular ha esbozado sus planes de futuro, sin tener resuelto el presente. Es el pan nuestro de cada día. Isabel Díaz Ayuso sigue con la piqueta de su libertad y habla del PP que ella quiere. Un PP que, da la sensación, no es el mismo que el que Casado quiere. El que Casado quiere ahora habría que decir. Porque el partido que el líder popular quiere es mutante. Es un partido plastilina, que se dobló a la derecha y luego, en una memorable intervención parlamentaria, se enderezó hacia el centro afeándole la conducta a Vox y a un Santiago Abascal que por una vez se quedó balbuceante y con su cota de mallas convertida en el babero de un niño apaleado en el recreo.
Se trata de que los peces no huyan. De atraer con un cebo medianamente apetitoso y un buen programa, o por lo menos con unas buenas intenciones, a un banco marino que permita la llegada a los jardines de la Moncloa. De momento, las corrientes submarinas del partido no acaban de conciliarse. Esperanza Aguirre anda metida a vulcanóloga, agitando la lava como una vieja comadre agita el puchero. Un dilema. Pablo Casado ha andado por Santiago como el príncipe de Dinamarca por las almenas de Elsinor. Entre dudas y alerta. Acechan cepos, sospechas y traiciones. Siendo esta la vida cotidiana de un partido político, ¿cómo podemos pedirles a sus líderes previsión, largo o medio plazo siquiera? Y el fantasma de Vox. Esa alianza que irremisiblemente el PP necesitaría para gobernar por mucho que hoy nos vendan distancia. Un alejamiento con el que seducir a una parte de sus electores, esos cautos pececillos que se espantan con la palabra incendiaria, volcánica, de Vox. Ahora Pablo Casado y su coro pueden decir que a su lado no habrá lava ni gas tóxico ultraderechista. Pero ya sabemos, por mucho que tengamos memoria de pez, que lo que hoy quita el sueño mañana puede convertirse en un abrazo de compadres.
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