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El refugio de Notre Dame

Apuntes desde la Bastilla ·

Ahora que se abren de nuevo las puertas de la catedral, los amantes de París sabemos que la ciudad vuelve a su lugar original, al punto cero de su historia

Domingo, 15 de diciembre 2024, 07:24

En los años que viví en París, Notre Dame era un refugio. Solíamos caminar distraídos por la ribera del Sena, o atravesando Saint Germain para ... cruzar uno de los puentes de la isla de la Citè, a la salida de la Universidad. Siempre había una perspectiva diferente con la que encontrarnos. Allí estaba su piedra blanca, amarfilada por el paso de los siglos y las manifestaciones. Uno de nosotros comentó que la catedral parecía un hallazgo en mitad de la ciudad, como una especie de fósil desenterrado, con sus huesos expuestos perfectamente, sus vértebras, las columnas que soportan sus bóvedas apuntadas y la aguja como lugar más elegante del mundo. No podíamos pasar por alto su silueta. Hablo de un tiempo en el que apenas hacía falta colas para acceder a los templos. Deambulábamos por sus naves y admirábamos su vidrieras como si de su luz se desprendiera un lenguaje de dioses de colores. En invierno buscábamos el calor. En verano, el fresco, a Juana de Arco triunfante y el sepulcro que guarda un arzobispo, con una calavera saliendo de la tumba. Todo eso era Notre Dame, un refugio, un hogar. Parte esencial de mi cuerpo de aquellos días.

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