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De todos los trabajos que tuvo que hacer Hércules, el quinto me resulta fácilmente asimilable con la actualidad. Los griegos a veces escribían en prosa, ... y no solo en verso. Ahí encontramos al héroe, que ya ha matado al león de Nemea, a la hidra de Lerna, capturado a la cierva de Carinea y al jabalí de Erimanto, teniendo que mancharse las manos limpiando los establos de Augías, rey de Élide. No es cosa menor, limpiar un establo, y mucho más si se trata de uno que no ha sido vaciado nunca. Toneladas de excrementos acumulados, decenas de toros pastando a sus anchas por la hierba fresca de la mañana. En Grecia, los protagonistas también se manchan las manos con la inmundicia de la historia, parece querer decirnos el mito. Porque Hércules, en un solo día, hizo desaparecer la mierda y dejó los establos tan relucientes como el oro.
Del quinto trabajo quisiera hablarles hoy, con la tragedia griega rondando estas palabras, asomando por el panorama nacional. Me detengo en ese momento supremo en el que el héroe alza la vista y comprueba que ante él escala una muralla de excrementos. Imagino a los toros ya lejos, abandonando su hogar y corriendo libres por la llanura. El hombre se cita con su destino, y este huele mal. Huele tan mal que el fétido aroma inunda nuestros días. El presente es una reinterpretación del pasado. Por eso amamos tanto a los clásicos. Por eso, tras asaltar los cielos, lo único que han dejado algunos políticos han sido los restos de una mala digestión.
Podemos huele mal. Lo ha hecho siempre, pero ahora su hedor afecta a todo ciudadano que no tenga un trapo en la nariz. Para entender la polémica de hoy, los escándalos sexuales que vierten sobre Monedero y el silencio de la formación, cuando no ocultamiento, bastaría situarnos en el origen y en sus fundadores. 2014. En España gobierna la derecha. Aquella derecha que ya decían que era extrema y radical. Podemos se presenta a las elecciones europeas. Elabora un programa electoral ambicioso, de cien páginas. Basta introducir la palabra 'feminismo' en el buscador para valorar la actualidad del tema. Ni una sola mención. En las elecciones generales de 2015 tampoco. Ni una. Al poco, llegaron las elecciones de 2016. Solo cuatro menciones. En tres turnos electorales, tras cientos de páginas, la atención merecida por este partido al feminismo fue tan escasa como esclarecedora.
Luego estalló el caso de la Manada, la mediatización de la sentencia, la hoguera popular contra la judicatura, y España empezó a arder. Podemos inició, ya en el Gobierno, en 2020, una revolución que aspiraba a ser feminista, pero que dejaba a un lado a la mujer. Valiente paradoja. En términos griegos, los dirigentes de Podemos comenzaron a llenar los establos de excrementos, porque su lucha nunca fue por la igualdad o la defensa de la mujer, sino por su propia salvación. Querían un relato y se esmeraron en construirlo. Poco importaba que hubiese una pandemia a las puertas si el resultado iba a ser una manifestación que capitalizar, aquel 8M que ninguna ministra quería perderse, aunque vestían de guantes para no contagiarse.
Esa ha sido la política del establo que han ejecutado durante todos estos años en los que han tocado moqueta. Hoy sucia, claro, pero con la conciencia de que serán otros los que la tengan que limpiar. Podemos basó su ideario político en una ley que ha soltado a cientos de violadores y ha rebajado miles de penas. Esta semana, a los violadores de la Manada. La culminación de su obra. Importaba más el relato que la fiabilidad legislativa. Bastaba con culpar al patriarcado de su inoperancia. Hoy, la artífice de esa ley vive en Bruselas en calidad de eurodiputada (así la premia la ciudadanía), pontifica en los programas de televisión y se cree la nueva Clara Campoamor, sin haber leído ni una línea de Clara Campoamor ni llegarle a la suela de sus zapatos de exiliada.
El quinto trabajo busca un Hércules que ejecute la labor más ingrata. Y tal vez no lo haya en esta España. Hoy Podemos se despierta teniendo a tres de sus fundadores bajo la sospecha y el juicio de haber cometido agresiones sexuales o abusos. Iglesias, Errejón y Monedero, la triada que más ha hecho por ensuciar los establos de este país. Los demás dirigentes del partido se miran entre silbidos. Sabían pero callaron. Masticaron y tragaron. Difícil diatriba: ¿creer a la víctima o matar al padre?
Ojalá sea la justicia la que determine qué ha hecho Monedero. Ojalá que nuestro país aún se rija por el Estado de derecho, y no por los rumores y el anonimato de las denuncias. Ojalá Monedero no sufra el sistema difamatorio que él mismo ayudó a crear. Esas son las toneladas de mierda más difíciles de limpiar.
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