Secciones
Servicios
Destacamos
Tantos siglos para que se considerase la inteligencia como una de las potencias intelectuales del ser humano y tan pocos años para dejarla reducida a ... basura. La inteligencia puede resumirse en la capacidad de conocer y expresar conceptos abstractos, resolver problemas, dudas o conflictos y acumular experiencias como medio para aprender y entender ideas complejas. Este descrédito al que aludo ocurre porque la lengua que hablamos, tan hermosa, tan íntima, tan capaz de expresar el mundo en su grandeza y sus miserias, se halla indefensa frente a tergiversaciones ejercidas desde la orilla oscura de sociedades modernas aliadas a ciegas tecnologías manipuladoras.
Hace tiempo que ciertos organismos dependientes de los Estados y que operan en la sombra (a veces con impunidad por, entre otras cosas, el uso de los llamados 'fondos de los reptiles' –léase a Valle-Inclán en 'Luces de Bohemia'– se han apropiado de la palabra 'inteligencia' para rotular con ella organismos que efectúan operaciones no siempre regulares que vulneran los códigos existentes, empezando por el ético. Bajo el nombre 'Agencias de Inteligencia' se agazapan entidades opacas al servicio de los Estados, aunque a veces actúan 'motu proprio', para realizar actividades de espionaje, investigación, desestabilización de gobiernos, persecución, acoso y, en su caso, eliminación de opositores políticos y disidentes molestos para el Poder. Actividades que nada tienen que ver con la inteligencia. En tal sentido, cabría aplicar, modificándolo, el célebre dicho: 'la inteligencia de los servicios de inteligencia es a la verdadera Inteligencia lo que la música militar es a la Música'. Es éste un caso de apropiación indebida que mancha la dignidad de esta palabra con un significado no sólo equivocado sino ignominioso.
Que todos los países posean este tipo de organizaciones, y muchas de ellas luzcan ostensiblemente la palabra inteligencia en sus denominaciones, no las exonera de cierto carácter siniestro. Así ocurre, entre otras, con el KGB ruso, el CNI –Centro Nacional de Inteligencia– de nuestro país, el MSI británico y la CIA norteamericana, cuyas íes hacen referencia a 'inteligencia' con el significado de espionaje. Por noticias de prensa, además de en servicios necesarios para la nación, nuestro CNI ha estado involucrado en investigaciones de alcoba, adulterios y otras operaciones de dormitorio que, en la jerga policíaca, se denominan 'oler braguetas'. Y no digo más. Las palabras, pues, se gastan, se vacían, cuando se las aplica a conceptos erróneos.
Otra falsa inteligencia es la 'artificial', expresión que contiene el oxímoron de unir dos elementos opuestos para darles un nuevo sentido retórico. Creada en principio para fines loables, y definida por la RAE como 'disciplina científica que se ocupa de crear programas informáticos que ejecutan operaciones comparables a las de la mente humana, como el aprendizaje o el razonamiento lógico', muchos de sus usos han derivado en aplicaciones maliciosas. Entre ellas alimentar el narcisismo de los usuarios haciéndoles aparecer en las redes por cualquier motivo u otorgándoles 'likes', equivalentes a una fugaz popularidad. Quienes fabrican sus algoritmos han ideado la artera maniobra de mostrar en los muros de las redes nuestros nombres, vidas y fotografías, creando el espejismo de que formamos parte imprescindible del gigantesco conglomerado de las pantallas y que lo que vemos en la nuestra se ve en todas partes (cuando somos solo átomos, seres anónimos en esa inmensa galaxia).
La IA explora nuestros gustos: de las películas y programas elegidos en los medios, sus algoritmos obtienen datos y porcentajes. Cuando abrimos de nuevo la pantalla nos propone –para evitarnos la 'engorrosa' tarea de pensar y decidir– ver programas semejantes a los contemplados. Con tales informaciones acaban elaborando un perfil de cada uno y sabiendo qué nos gusta, cómo pensamos, a quiénes votamos... Estamos sometidos a vigilancia continua.
Componemos una canción y podemos aplicarle la voz de Nino Bravo. Al rostro de personas públicas puede añadírseles el cuerpo y las palabras de otras. Ciertos jóvenes duchos en tecnologías, con poca sal en la mollera y una lamentable falta de raciocinio, han fundido rostros de sus compañeras de instituto con cuerpos en actividades pornográficas; algunos holgazanes y tramposos componen discursos, textos y tesis doctorales con el invento del ChatGPT. Creíamos haber logrado una modernidad redentora y, en realidad, estamos regresando a un invierno de oscurantismo medieval, de esclavitud programada, merced a maniobras indetectables, manejadas a nuestras espaldas por poderosas y opacas corporaciones.
Estas burdas manipulaciones llegan paralelas a maravillosas innovaciones en medicina, comunicaciones, biología...que inducen a pensar que todo lo nuevo es inocente. Lo cierto es que la libertad, el equilibrio, la modernidad bien entendida corren peligro de regresión porque ciertos medios técnicos que nos entretienen, nos facilitan la vida y nos alienan poseen tal nivel de penetración que nos engañan haciéndonos creer que son el verdadero progreso. Y, ante tanta falsedad, la inteligencia humana, la verdadera, debe permanecer alerta.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Marc Anthony actuará en Simancas el 18 de julio
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.