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Suelen algunos hombres públicos escabullirse habilidosamente con diversas añagazas de las preguntas comprometidas de tertulianos, periodistas o simples ciudadanos, sobre todo en campaña electoral. Hemos ... podido comprobarlo en numerosas ocasiones ante una pregunta difícil o que puede comprometer los votos que buscan entre la población. Y una de las fórmulas para responder a cuestiones incómodas o difíciles es hacerlo 'a la gallega'.
Dado que las regiones españolas cuentan con tópicos sobre el carácter de sus habitantes, incluida la nuestra, y siendo consciente de la viga en el propio ojo, me permitiré, con el máximo respeto, hablar de la paja en el ajeno, poniéndola al servicio de una reflexión política general. Uno de los tópicos más repetidos sobre nuestros vecinos del Noroeste español refiere su indecisión sobre aquello que realizan: se dice que nunca se sabe si suben o bajan en mitad de una escalera y que, cuando se les pregunta, responden con otra pregunta, con un humor de retranca que como la niebla de sus hermosos paisajes oculta las propias intenciones, por lo que no hay manera de conocer lo que realmente piensan. Los tópicos son fórmulas estereotipadas que no siempre responden a la realidad, pero siguen utilizándose por comodidad o pereza, de modo que continúan circulando sin menoscabo de su acartonado y repetido mensaje.
Pero como ese carácter citado se relaciona con un uso inteligente del humor, permítanme que me refiera a uno de estos supuestos rasgos. Sobre las preguntas trascendentales a las que no se desea responder, circula por los anecdotarios un dicho sobre el gallego que, preguntado por una cuestión palpitante, respondió de esta guisa: «Por un lado, ya ves; y, por otro, ¿qué quieres que te diga?».
Esa respuesta 'a la gallega', que considera más práctico hablar de otra cosa, aunque no tenga que ver con la pregunta, que no ofrecer respuesta ninguna, se ha convertido en arma de evasión masiva cuando el político en cuestión carece de respuestas o las que podría dar dañarían su imagen o se contradirían con los intereses de quienes preguntan. El silencio en política se entiende, más que como prudencia o realismo, como carencia de argumentos. Por eso, algunos líderes prefieren hablar, aunque no se les entienda y expongan proyectos a sabiendas de que no van a poder cumplirlos. Ha ocurrido cuando representantes de los gobiernos centrales tenían que responder a temas controvertidos, sobre los que diferentes comunidades gobernadas por el mismo partido defendían intereses opuestos. Un ejemplo, el Trasvase Tajo-Segura, del que Castilla-La Mancha y Murcia difieren en relación con sus aportaciones hídricas e incluso su continuidad. En este asunto, dirigentes de la misma formación en territorios diferentes han hecho encaje de bolillos para dar una respuesta que no mostrara la división de opiniones de sus partidos sobre idéntico tema.
Dejo formuladas aquí otras preguntas, que me hago con la esperanza de que alguien con una visión de futuro más allá de los raquíticos plazos cuatrienales que prevén las elecciones, se atreva a dar respuestas satisfactorias y no evasivas 'a la gallega', que cumplan demandas largamente anheladas: ¿Cuándo se terminará definitivamente el Corredor Ferroviario Mediterráneo? Visto que ya los romanos, hace dos mil años, trazaron esta vía como camino natural que conectara Roma y su Imperio con los puertos y riquezas mineras del Levante, construyendo la calzada conocida como Vía Augusta, parece excesivo retraso que aún anden los gobiernos dudando cómo y cuándo van a terminarla, mientras Madrid se conecta con cada una de las capitales de la nación: la última, Granada.
¿Cuándo sabremos los lorquinos en qué momento llegará el ferrocarril que divide la ciudad, estrangulando su normal desarrollo, y cómo será la estación de llegada? ¿Tendremos, como los ejemplares luchadores murcianos por el soterramiento, que movilizarnos para que en la tercera ciudad en importancia de la Región se realice por fin una obra absolutamente necesaria para su futuro desarrollo?
¿Se eliminarán definitivamente los estériles de Portmán, descontaminando de una vez este paraje idílico y las zonas mineras aledañas?
¿Cuándo volverá el Mar Menor a tener la limpidez y la vida que fue perdiendo en años de incuria y nefastas políticas de desarrollo?
¿En qué momento dejarán de destruirse valiosas piezas del patrimonio histórico por causa de un errado concepto de la modernidad que entiende que todo lo antiguo debe desaparecer, como si la Historia fuese solo el tiempo presente y no una larga sucesión de momentos de la que no deben sustraerse los testimonios y obras que la han conformado?
¿Cuándo, en fin, nos creeremos que el patrimonio de la enseñanza y la sanidad es de todos los ciudadanos y que por tanto no debe enajenarse, venderse ni traficar con él, y que merece la pena un consenso entre partidos para que siga contribuyendo a la salud y el progreso?
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