Secciones
Servicios
Destacamos
A menudo ciertas expresiones intentan ofrecer una visión general del mundo; otras son testimonio de universos particulares o dan la imagen congelada de una determinada ... situación. Una parte de las palabras y frases pronunciadas en los últimos tiempos las hemos visto nacer y después morir por desuso, lo que no quiere decir que hayan desaparecido de la circulación, pues, afortunadamente, quedan recogidas en los diccionarios históricos, las hemerotecas y los libros, en la mente de quienes las utilizaron y también en el espacio digital. En mi caso traeré al presente algunas de ellas que aún guardo en la cartera de la experiencia.
Siendo niños oíamos a nuestras madres pronunciar una frase cuyo solo recuerdo aún me altera el estómago: 'aceite de hígado de bacalao'. Era un reconstituyente que, según decían, ayudaba a los niños en la etapa del crecimiento. Tenía un sabor horroroso y un olor pestilente a pescado rancio que con frecuencia nos producía arcadas. Pero había que tomarlo so pena de disgustos familiares e incluso de algún leve zapatillazo en las posaderas. La solución para los sufridos bebedores de aquel mejunje consistía en pinzar fuertemente la nariz con los dedos, cerrar los ojos y abrir la boca en espera de aquel líquido amarillo y nauseabundo que nuestra madre había vertido sobre una cucharada sopera (nunca una cucharilla de café). Inmediatamente después, cariñosas con nuestro sacrificio, nos ofrecían un terrón de azúcar o una onza de chocolate para disipar aquel calvario casi insufrible.
De camino al colegio pasábamos frente a mercerías que lucían en el escaparate este cartel: 'Se cogen puntos de media'. Era cuando algunas mujeres jóvenes de clases semiacomodadas y altas empezaban a usar un tipo de medias muy finas, de nailon, que dejaban transparentar el color de la carne (un pequeño e inocente avance erótico), y conocidas como 'medias de cristal'. Eran frágiles, por lo que solían deshilacharse por un roce o un enganche inadvertidos. Como resultaban caras, no se desechaban sino que se acudía a las mercerías para remendarlas, una habilidad artesana que las hacía pasar por nuevas.
Hablo de épocas en que, al contrario que los actuales tiempos de derroche, cuyo lema es 'usar y tirar', se aplicaban estrategias para hacer durar las prendas como recoserlas (había conventos especializados en restaurar trajes valiosos, ajuares antiguos, vestidos de novia...), dar la vuelta a pantalones, chaquetas y vestidos, dejando por fuera la parte menos desgastada. Las clases populares remendaban o zurcían los deterioros de las telas. Otro remedio en ayuda de la economía doméstica era pasar a los hermanos menores las prendas usadas de los mayores. Igualmente, era usual reutilizar trajes de parientes fallecidos. He oído decir, cuando a alguien le colgaban las hombreras, y chaqueta y pantalones le quedaban excesivamente holgados, la frase irónica, no exenta de cierta ternura, 'el difunto era mayor'. Y no es que quienes la pronunciaban fuesen pudientes sino que el humor cumple, entre otras funciones, la de suavizar la dureza del mundo circundante.
Nunca me gustó la fiesta taurina, aunque me son familiares los afiches con renombrados diestros anunciados en grandes caracteres. Recuerdo, en la taquilla de una plaza, el cartel con una leyenda junto al precio de las entradas de sol y sombra: 'Mujeres, niños y militares sin graduación, media entrada' (quizá no apareciera 'mujeres'; no lo recuerdo). Años más tarde, ya joven participante de guateques y discotecas, en algunas de ellas las mujeres entraban gratis, mientras que los varones debíamos 'apoquinar' el correspondiente tique. Temprana estrategia de la mercadotecnia que utilizaba a las chicas como cebo para los aspirantes al ligoteo.
Cuando acudíamos al cine para soñar y evadir la grisura ambiente (aunque debo confesar que fui un niño feliz), debíamos evitar cuidadosamente las películas indebidas, calificadas con un rígido código moral dictado por la Iglesia y en ocasiones expuesto a la puerta de los templos: 1. Apta para todos los públicos. 2. Para jóvenes. 3. Para mayores de 21 años. 3R. Mayores con reparos. 4. Gravemente peligrosa (después de verlas había que confesarse). La censura política –e incluso moral– también la ejercía el Estado cortando los fotogramas prohibidos o alterando los diálogos originales. A veces, encontrábamos a las puertas de los cines, junto a restos de entradas, algunos de tales fotogramas con las escenas, sobre todo besos y faldas cortas, extraídas del rollo original por algún celoso, y censor aficionado, operador de cámara.
Como restos de una sociedad estamental en decadencia, aún se veían en talleres de manufacturas solicitudes como ésta: 'se necesita aprendiz'. Los había de albañilería, cerámica, comercio, peluquería... Hoy, en ciertas dedicaciones, se les llama 'becarios'. Andando el tiempo, y con experiencia suficiente, accederían a responsabilidades superiores: las de oficial y maestro. Los becarios suelen ir al paro.
Estampas desdibujadas extraídas del crisol de la memoria.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.