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Está en el ADN de los hablantes la capacidad de ampliar el número de las palabras existentes, al compás de un mundo que cambia por ... segundos y necesita nuevos términos, capaces de reflejar esa creciente complejidad. Pero no solo la lengua acrecienta el caudal de sus voces sino que, igualmente, amplía el número de significados de muchas de ellas, un fenómeno que los estudiosos denominan 'polisemia'. De las palabras nuevas cabe decir que buena parte de las que aumentan nuestro vocabulario proceden del inglés o son traducciones, no siempre afortunadas, de términos y frases inglesas.
Un oído y una vista atentos han podido percibir últimamente la incorporación a términos de larga trayectoria en la lengua de nuevas significaciones que se añaden a las que la tradición les ha otorgado en la expresión oral y escrita. Hasta ayer mismo, la voz 'escenario' se refería casi exclusivamente al mundo del teatro y el cine, al menos en la lengua común, aunque sin descartar algunos otros significados relativos al espacio físico o a circunstancias de carácter inmaterial. Así, se habla del 'escenario' de una guerra (que ha sustituido como eufemismo encubridor a la expresión 'campo de batalla'). Pero también existen el 'escenario' económico, el penal (conjunto de sanciones por una infracción determinada) o el que se pone en marcha cuando la tecnología explora nuevos caminos: «La inteligencia artificial abre un nuevo 'escenario' a la relación entre los seres humanos con la realidad». La novela negra y las películas inspiradas en ella utilizan con frecuencia la frase «el 'escenario' del crimen», en alusión al lugar donde se ha cometido un delito.
Otra de las voces que ha expandido su sentido primitivo es 'narrativa'. Procedente del ámbito literario, el término se refiere al género que agrupa la novela, el cuento y la novela corta, y en cuyo seno conviven subgéneros como la fábula, el romance, la epopeya, el apólogo... Sin embargo, leo con frecuencia el uso actual de esta palabra para referirse al conjunto, no siempre ordenado, de las circunstancias, los motivos, las peripecias que rodean un asunto determinado y que, a menudo, lo explican. Parece ser que la palabra deriva, como suele ser tributo casi obligado últimamente, de una mala traducción del inglés 'narrative', otra de las palabras que colonizan aquí y allá nuestra lengua, lo que nos obliga a veces a ir tropezando, y liándonos de paso, con palabras extrañas a nuestra forma de pensar y de ver el mundo.
Con motivo de la guerra de Ucrania se puso de moda la palabra 'topar' –especialmente los precios del gas y la electricidad–, que sustituyó a una frase, habitual en nuestra lengua: ponerle tope a algo. El idioma ya la tenía en nómina con significados como 'chocarse' (de ahí 'topetazo'), 'encontrarse' con algo o alguien, recibir un golpe dado con la cabeza o las astas de un animal... La forma 'tope' continúa usándose frecuentemente: «El autobús iba lleno hasta los topes», con la idea de límite. Son 'topes' los amortiguadores metálicos que llevan en sus extremos los vagones del ferrocarril. La citada guerra puso por las nubes el precio de los carburantes procedentes de Rusia, por lo que las autoridades europeas, para evitar la catástrofe económica que se cernía sobre las clases depauperadas y sobre la economía de Occidente, propusieron 'topar' su precio con el significado de estabilizarlo para impedir los frecuentes incrementos. De este modo, el viejo sentido de 'topar' como tropezarse con alguien o algo («con la Iglesia hemos topado (dado), amigo Sancho», dice Alonso Quijano) convive hoy con la nueva idea de poner tasa a un precio para que no aumente. No sabemos cuánto durará el éxito de la frase 'topar el precio del gas', porque la lengua que hablamos escoge sus propios caminos y, unas veces, condena al ostracismo viejas palabras, convirtiéndolas en arcaísmos, y, otras, resucita términos antiguos para concederles una efímera popularidad.
El proceloso mundo del fútbol puso de moda recientemente el término 'palancas' otorgándole, no el sentido más extendido sino uno de los figurados. Porque 'palanca' es una barra para mover un objeto, por lo general pesado, calzándole un extremo y empujando con el otro. Recientemente, la directiva del Barça, seguramente por carencias económicas de la entidad, asociada, como numerosos equipos, a un conglomerado de empresas, inmuebles, derechos de publicidad y otras muestras del mundo del dinero, propuso vender algunos de esos activos para sanear su economía y, de paso, seguir comprando –los jugadores son mercancías que se compran y venden– los mejores jugadores del mundo –igual que el Real Madrid y otros clubes poderosos–. De esa manera no nos extraña que ganen la Liga porque sus rivales suelen ser pobres clubes sin capacidad para fichar estrellas relevantes de la galaxia futbolística.
En fin, palabras viejas para significados nuevos.
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