Secciones
Servicios
Destacamos
Proliferan a pasos agigantados nuevos 'no lugares', al tiempo que se desmantelan, desaparecen o se transforman espacios tradicionales que formaron parte de la vida personal ... y colectiva de numerosas generaciones. Son los tributos debidos a la modernidad. El concepto 'no lugar' fue una creación del antropólogo Marc Augé para el análisis de la sociedad contemporánea. Los 'no lugares' son espacios, por lo común urbanos, que no poseen o han perdido su identidad, su función de ámbito para la relación o la que les ha concedido la historia para un destino concreto y se convierten en espacios de paso para lugares y actividades diferentes. En ellos y por ellos están o circulan gentes que van y vienen, que coinciden momentáneamente, pero no cumplen un destino de socialización. Son ejemplos las estaciones de metro y autobús, las autopistas, los centros comerciales, y se contraponen a los 'lugares antropológicos', donde la sociedad reside o bulle con actividades, ritos o celebraciones.
El cementerio de Bilbao promocionó un concurso de cortos en un programa que se llama 'Cementerios Vivos'. Allí se han realizado carreras de orientación (eso sí, con mucho respeto a los difuntos), recitales de poesía y música, así como exposiciones de fotografía: el espectáculo lo invade todo. En la misma línea, tanto en el cementerio histórico de San Miguel, de Málaga, como en el Inglés (donde están enterrados Jorge Guillén, el escritor británico Gerald Brenan y el dramaturgo Miguel Romero Esteo), se proyecta cine de verano al aire libre con las sillas entre los túmulos (películas como 'Psicosis', 'Muerte en Venecia' y 'El cielo protector'), se programan bailes, degustaciones de vinos, conciertos de música clásica y moderna, visitas guiadas y mercadillos de artesanía, libros de lance y cerámica. Quizá todo responda a un 'horror vacui', miedo al vacío que exige no detenerse y una actividad frenética e incesante.
El cambio de función de lugares e instituciones tradicionales es uno de los llamativos cambios sociológicos actuales. Y es que, por efecto de una tendencia pragmática deleznable, se busca sacar rendimiento económico, monetizándolos, a espacios que tradicionalmente cumplían una función concreta y definida. Hay una propensión moderna a obtener provecho dinerario de cualquier lugar, incluso de aquellos que cumplen una función venerable y poseen un elevado estatus de dignidad y respeto.
El Museo del Prado albergó en 2022 una cena de la OTAN, organización militar de ardor guerrero. Acto que consagró el extraño maridaje de un organismo militar –no hablo de si debe existir o no– con el más sublime arte de nuestro país. Una cena que debiera haberse celebrado en un arsenal o en el Museo del Ejército. Ver a Trudeau frente a la 'Inmaculada Concepción' de Rubens, a Macron junto a 'La familia de Carlos IV' de Goya, al pícaro Boris Johnson, expremier británico defenestrado de la política por burlarse con su indigno comportamiento de la tragedia de la covid, posando ante 'Las Tres Gracias' de Rubens, a Viktor Orban retratándose frente a 'Las Meninas' velazqueñas y, ante el mismo cuadro, a Joe Biden, el valedor con armas y dinero de las matanzas del ejército israelí en Cisjordania, Gaza y el Líbano, en respuesta desmesurada contra el terrorismo de Hamás y Hezbolá, produce una inquietud extrema. El Museo del Prado no necesita promocionarse con tales personajes.
En el mismo museo, Ridley Scott rodó un corto para promocionar 'Napoleón', donde el actor que interpreta al corso pasea ante los cuadros de Goya. Poner al servicio de un reputado director a un genio universal como Goya con motivo de una película, donde, por cierto, no aparece España (quizá porque aquí le sacudimos estopa al general Bonaparte), no deja de ser un sinsentido.
Si descendemos a lo cotidiano, observaremos que, en el ámbito deportivo, hace tiempo que los campos de fútbol perdieron su carácter ritual y único de espacios para el deporte. Los miles de personas que hoy los frecuentan pueden hacerlo para un partido, para aclamar a admirados cantautores y asistir a conciertos de música electrónica o mítines políticos (en épocas de penoso recuerdo también sirvieron como lúgubres campos de concentración). Igual destino les ha cabido a muchas plazas de toros, que han sumado a sus funciones las de servir como cines de verano y lugares de espectáculos al aire libre, entre ellos las acrobacias motorizadas. Sobre la arena regada con la sangre de los astados y en ocasiones de algún diestro, se sientan las familias de pacífica gente que acude a una proyección cinematográfica, o ruge la marabunta de los asistentes a todo tipo de conciertos de música moderna.
Es el signo de unos tiempos que sorprenden por su celeridad y que, a quienes confesamos haber vivido, nos resultan complejos, aunque pensemos, con la razón por delante, que siempre ha sido así y poco podemos hacer para evitarlo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Marc Anthony actuará en Simancas el 18 de julio
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.