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De igual manera que, salvo el caso de personas curiosas, parte de la población desconoce algo tan personal como el origen, avatares y significado de ... su nombre, existen numerosos términos con una interesante singularidad que merecería ser rescatada del olvido.
Si nos remontamos al imperio romano, parece ser que hubo una época en que los disconformes, contestatarios y valientes contra el poder lo desafiaban con escritos satíricos de denuncia que depositaban junto a la estatua de Pasquino, un gladiador de la Roma precristiana que alcanzó tan notable celebridad por sus hazañas que se convirtió en un ídolo popular. En español derivó a 'pasquín', que significa, despectivamente, 'periódico sensacionalista y calumnioso', también calificable como 'amarillo'. Hoy, las más radicales calumnias se refugian en el anonimato de las redes, un territorio comanche donde todo cobarde tiene la posibilidad de perpetrar ataques y acosos contra cualquier semejante con casi total impunidad.
Había contado Fray Toribio de Benavente, misionero franciscano en el México de la conquista, y lo recoge Eduardo Galeano en su libro 'El cazador de historias', que cuando los conquistadores españoles llegaron a la península del Yucatán les preguntaron a los nativos en castellano: ¿Dónde estamos?, ¿cómo se llama este lugar? Los indios respondieron en lengua maya yucateca: 'tectetán', 'tectetán', y los españoles entendieron Yucatán, Yucatán. Desde aquel momento, la península se llama así. Sin embargo, los nativos habían dicho en su lengua: 'No te entiendo, no te entiendo'.
Existen en español una serie de adjetivos con carácter desdeñoso, despreciativo. Son palabras derivadas de nombres de entidades poblacionales pequeñas: lugar, pueblo, villa, aldea, provincia (con respecto a un país). Por lo general, dieron en formas despectivas: villano, pueblerino, aldeano, provinciano... que se emplean hoy para señalar a sus habitantes como gentes rurales, atrasadas y primitivas con relación a lo que se considera el paradigma de una construcción social: la urbe, la capital. 'Lugar' ha desaparecido casi del habla común y solo permanece en topónimos como Las Eras del Lugar, El Lugarico, El Lugarico Viejo y en el ligeramente ignominioso 'lugareños'. Curiosamente, en la primera línea de 'El Quijote' aparece esta voz. Casi olvidado hoy este sustantivo para designar una entidad de población asimilable a la aldea, prevalece su impreciso significado de 'sitio', de ahí que el comienzo de la obra inmortal se entienda como 'En un 'sitio' de La Mancha...', cuando, en realidad, Cervantes estaba señalando 'En una aldea de La Mancha...'
El despectivo 'villano' sirve aún para calificar a las personas ruines, rústicas e indignas moralmente. Es una figura contrapuesta a la del héroe, paradigma de todas las virtudes morales y digno de admiración. Con un sentido más neutro nos ha llegado 'villancico', que remite a las canciones populares cantadas por los campesinos habitantes de las villas, melodías que fueron especializándose en cantos navideños y que hoy constituyen un valiosísimo testimonio de la música y la poesía populares.
Muy interesante es el origen latino de 'provincia', una de cuyas probables etimologías remite a 'pro victis', en favor de, o para los vencidos. 'Provincia' designa una división administrativa del territorio de un país. Pero no siempre sus derivados son neutros como el sustantivo original. 'Provinciano', además de 'natural de una provincia' alude a 'poco refinado'. En la jerga teatral, una gira 'por provincias' es menos prestigiosa que las representaciones en un teatro capitalino. Y León Felipe, en el hermoso poema '¡Qué lástima!', incide en una idea parecida: '¡Qué lástima / que yo no tenga comarca / patria chica, tierra provinciana!', en el que la provincia le recuerda un lugar pequeño y humilde, aunque entrañable.
El profesor Alberto Requena explica en este diario el origen de 'algoritmo', elemento básico de la inteligencia artificial consistente en una serie de instrucciones y procesos para dar solución a problemas matemáticos. Vincula su origen al sabio árabe del siglo IX Mohamed al Khuarizmí, nacido en Khuarizm, Uzbekistán, y autor de los primeros algoritmos conocidos. Un nombre, pues, procedente de un lejano gentilicio.
Del mismo origen árabe procede 'arroba' –la cuarta parte–, cuyo sentido se ha desplazado desde las antiguas medidas agrarias de peso y capacidad hasta el moderno mundo de la informática, donde es un símbolo para separar, en el correo electrónico, el nombre del usuario del correspondiente al dominio. Su origen popular aún perdura en la letra de una jota burlesca: 'Con un cuatro y un cinco, un seis y un cero / esas son las arrobas que yo te quiero, niña, / que yo te quiero'.
Y, en fin, 'esnob', llegada a través del inglés 'snob', posee sin embargo un origen latino como abreviatura de la expresión 'sine nobilitate', es decir, sin nobleza. Se aplica a aquellas personas que quieren aparentar más de lo que son e imitan a quienes poseen un mayor rango social, quienes los motejan despectivamente de advenedizos.
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