Secciones
Servicios
Destacamos
Renacen los viejos oficios, disfrazados bajo formas nuevas y nombres actuales. Según el diccionario, alcahuete es quien «concierta, encubre o facilita una relación amorosa, generalmente ... ilícita». Aunque es oficio o dedicación tanto masculino como femenino, la palabra, como tantas otras (zorro: astuto; zorra: prostituta), ha adquirido casi exclusivamente una connotación femenina y, por lo común, peyorativa. Las alcahuetas mediaban en amoríos difíciles, allanando el camino del varón en la conquista, a tuerto o a derecho, de la mujer.
En unos casos, era un oficio semimarginal establecido socialmente al que antaño se dedicaban ciertas mujeres. Algunas lo hacían compatible con dedicaciones como la de costurera, vendedora de quincalla, de afeites para la belleza o sanadora. En ocasiones, la tercería no ha sido un oficio: conozco a gente de buena voluntad que ha mediado para que dos personas maduras y solteras pudiesen unir sus vidas y abandonar la penosa soledad.
Instituida a lo largo del tiempo, esta ocupación queda reflejada en personajes y obras esenciales de la literatura española. El catálogo es nutrido, por lo que solo cabe recordar algunos de los más relevantes. La vieja alcahueta o casamentera Trotaconventos aparece en 'El Libro de Buen Amor', del Arcipreste de Hita, como mediadora entre el Arcipreste y doña Endrina. Esta figura inspiró a Fernando de Rojas para su magistral retrato de Celestina, personaje tan extraordinario que relegó casi al olvido el título original de la obra: 'Tragicomedia de Calixto y Melibea', que acabó sustituido por el de la casamentera. Siglos más tarde, Zorrilla creó a doña Brígida, criada de doña Inés, que tercia entre ella y don Juan Tenorio. En la magistral 'Tiempo de silencio', de Martín Santos, la dueña de la pensión donde vive el protagonista conspira para que su bella nieta Dorita tenga relaciones sexuales con el investigador, lo que desencadena el final trágico de la joven.
La modernidad, que todo lo aprovecha para el espectáculo y el dinero, ha descubierto las posibilidades televisivas del oficio, por lo que las cadenas se han lanzado a producir programas que reclutan a jóvenes para espectáculos de picantes relaciones amorosas, exhaustivamente grabadas y difundidas por los hogares para un público ávido de celos, desencuentros, peleas y 'edredonings' (fornicación bajo un edredón para evitar las cámaras). Programas suaves como 'Firts Dates', más 'calientes' como 'Gran Hermano', o de escaso fuste como 'Quién quiere casarse con mi hijo' alimentan con hechuras modernas el viejo oficio de la alcahuetería.
Mención aparte merece 'La tarde aquí y ahora', programa que conduce en Canal Sur el incombustible Juan Imedio, quien a diario pone en contacto a personas mayores en busca de relaciones amorosas o simple compañía. Es un programa tierno, muy respetuoso con las personas y sus circunstancias, abundante de historias trágicas y vidas solitarias, donde la tercería se transforma en una auténtica asistencia social que mereciera ser financiada por los poderes públicos, dado el bien que depara al escasamente atendido estamento de los mayores.
Recientemente, los tribunales murcianos han malresuelto el juicio contra una trama de prostitución juvenil, en la que varias mujeres y proxenetas captaban a niñas en discotecas y a la puerta de los colegios para satisfacer turbias relaciones de pederastia con clientes adultos. Juicio que ha finalizado en casi nada, con profunda indignación social. El detestable oficio de estas mujeres, dulcificado con denominaciones como 'mamis' y 'conseguidoras' sustituye al antiguo nombre de alcahuetas. Las palabras pierden su carácter crítico, acusador y grave al reemplazarlas por eufemismos que ocultan realidades repugnantes (no es igual ERE: Expediente de Regulación de Empleo que 'despido masivo de trabajadores'; ni 'daños colaterales de una guerra' que 'asesinatos masivos de civiles por bombardeos y matanzas').
Y como las redes olfatean el olor del dinero, sea limpio o putrefacto, han inventado un penúltimo disfraz para la tercería. En aplicaciones como Tinder se fomenta la relación de parejas en busca de sexo o compañía. A Tinder se va a ligar, a conocer personas para una relación amorosa, algo, en principio, inocente. Meta e Instagram celestinean, sin embargo, (denunciado en 'Salvados', programa de La Sexta) facilitando la entrada a niños y jóvenes en páginas de pornografía, una alcahuetería criminal infinitamente grave que los relaciona con embaucadores, pedófilos y pederastas, además de destrozarles una inocencia a la que tienen derecho. Si el sistema digital favorece situaciones invasivas de la intimidad como saber dónde estamos, con quién nos reunimos, qué hablamos cerca de nuestro móvil 'apagado', ¿cómo no se instala en ellos un algoritmo que impida a los menores acceder a tales páginas? Es una pregunta retórica: no se hace porque esos niños se convertirán en adictos, y la adicción genera abundante dinero, como las drogas.
¿Recuerdan aquello de 'la jodienda no tiene enmienda? Pues eso, que seguimos como siempre, quizá peor, y no se atisba una mejoría.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.