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El pasado fin de semana viajé a Cataluña para impartir una conferencia, presentar mi último libro y asistir a un festival de performances. Tras aterrizar ... en El Prat, cogí un taxi a Plaça Catalunya, donde había quedado con mi anfitrión –un importante agente cultural que, además, ha participado en la política catalana durante los últimos años–. Camino de Sabadell –donde impartía la conferencia esa misma tarde–, conversamos sobre diferentes asuntos. Y, claro está, en plena vorágine por la toma de posesión de Sánchez y la controvertida ley de amnistía pactada con los independentistas, resultaba inevitable hablar sobre ello. Mi amigo –que, en sus propias palabras, se posicionaba ideológicamente a la izquierda de Podemos– comenzó a argumentar la perspectiva radicalmente diferente que se tiene desde Cataluña sobre la amnistía. En su opinión, todo lo que se dice en el resto de España sobre esta cuestión nace de un desconocimiento absoluto de la realidad catalana. El unilateralismo –sostiene él– goza en Cataluña de un escaso predicamento, y la ley de amnistía responde a la necesidad de sus promotores de encontrar una pista de aterrizaje para salvar los muebles y quedar bien ante los suyos. Los unilateralistas se han encontrado, durante los últimos años, atrapados en un callejón sin salida. Son conscientes de que seguir adelante con este proyecto es imposible, pero tampoco pueden reconocer abiertamente su error para no caer en el ridículo y en el descrédito por parte de los suyos. No había otra opción que la que Sánchez ha tomado a fin de reinsertar a sus representantes en la vía del diálogo político.

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laverdad Pista de aterrizaje